viernes, 22 de noviembre de 2013

"El Cervecentro"

En 1993 debuté como visitante en lo que ahora son conocidos como cervecentros con la modalidad de chicas que te sonríen haciéndote creer que les interesas.

La diferencia de los de aquel entonces versus a los de ahora, es prácticamente mínima ya que la idea básica permanece intacta: un lugar con acondicionador de aire, cervezas bien frías y atractivas chicas sirviéndote.

En esta última parte, el asunto de ligar era más discreto. Ahora es a lo claro.

Un tocayo y gran amigo homólogo en la profesión de comunicador social, tenía a su vez un amigo a quien le gustaba nuestro estilo de comentar las películas cuando tenía la oportunidad de escucharnos haciendo nuestras esporádicas intervenciones radiales. El caballero, quien se apodaba junto al tocayo Pesao, respondía al nombre de Basilio.

Bacilio, era amante de las aventuras, la vida nocturna y un admirador fiel a las féminas. Su imagen llevaba impregnada un inexorable contraste con su estilo de vida.

En su trabajo, que consistía en vender zapatos en una tradicional y prestigiosa tienda de la ciudad, Bacilio era súper servicial y portaba impecablemente pantalones de vestir, camisa formal y hasta corbata!.

En una ocasión mi tocayo andaba con Basilio y coincidimos en un lugar y allí fuimos presentados. Tenía otros planes en ese momento y quedamos de reencontrarnos en otra ocasión para compartir un rato. Pasaron varias semanas antes de que se pudiera concretar ese encuentro.

Un Sábado saliendo de unas clases privadas de Inglés, me encuentro coincidencialmente con Bacilio, quien me aborda con mucha sutileza:

-“
¿Pero venga acá mi hermano y cuándo es que por fin usted y yo vamos a juntarnos? ¿Dígame qué es lo que le pasa?”.

-“Tienes razón, no he podido coordinar contigo para ese encuentro. Lo que pasa es que tendría que ser un fin de semana ya que imparto clases todos los días laborables”, le digo.

-“
¡Pero hoy es Sábado! ¡No me diga que ahora usted tiene clases en la tarde!”

-“No sería mala idea”, respondo.

-“
¡Entonces vamos a comprometernos para hoy mismo!”, dice bien animado.

-“En realidad me refería a eso de no ser mala idea, el hecho de impartir clases los Sábados por la tarde. Unos chelitos extras nunca caen mal”.

-“Ofrézcome pesao’ usted anda detrás de la plata jajaja. Pero si hay algún problema, dígamelo que El Pesao me ha dicho que usted es un hombre elitista”.

-“
¡Jajaja vaya percepción! ¿A qué hora puedes hoy para por fin reunirnos?”

-“
¡Oh! son las 12 del medio día. ¿Qué le parece a las 2:00 de la tarde?”.

-“
¿¡A las 2 de la tarde!? ¿Y a dónde podríamos ir a tomarnos par de frías a esa hora? Hace mucho calor”, respondo bien escéptico.

-“Jajaja ay pesao’, 
¡déjeme eso a mí! Lo voy a llevar a un lugar donde usted no tendrá problemas de temperatura. ¡Es más! Calor le dará a usted con las chicas que hay allá”.

-“No se ofenda, pero usted no se está refiriendo a…”

-“
¡Olvídese de eso! ¡Paso por su casa a las 2 en punto!”

Bacilio era un hombre que poseía como estigma en su carácter, la puntualidad. Llegó a mi casa con dos motoconchos justo a las dos de la tarde cual si fuese reloj suizo. Ciertamente hacía un sol ultra radiante:

-“Ah, pero usted no relaja con esto de las horas en punto”, le digo saliendo de mi casa.

-“
¡Claro pesao! Discúlpeme por la montura, pero estamos en ahorro para comprarnos cuatro ruedas. Súbase ahí y cáiganme atrá'”.

Tomamos una línea recta en la misma calle de mi casa y tras unas seis cuadras llegamos a nuestro destino: un centro cervecero matizado en la parte frontal por la mayor cantidad de motoconchos que haya visto juntos en ese momento. Me apeo y el motoconcho me dice que ya estaba pagado el pasaje.

Miro hacia arriba y veo un letrero neón que apenas podía ignorarse. Una puerta de madera con seis pequeños cuadros de cristal hechos orificios en ambos extremos, era la fisonomía de la misma. Me preocupé un poco por el escenario y además estábamos en el ahora antiguo ‘bajo mundo’:

-“Pesao no se preocupe que aquí no va a ver problemas y conozco a todo el mundo”, me advierte un animado Bacilio.

Ya en el interior, el ambiente efectivamente era un polo Norte o Sur, una música a ritmo de Salsa, tan alta, que daba la impresión de una confabulada misión con los decibeles para explotarle a uno los tímpanos y ciertamente, hermosas féminas atendiendo a los clientes.

Sin reparos, llega una elegante muchacha y solícitamente, nos ubica en el área del bar al momento de traer consigo una cerveza:

-“
¡Ah, pero usted es aquí un duro!”, le comento.

-“Jajaja pesao’ le dije que no se preocupe 
¡Aquí yo tengo el control”

-“Si, ya me dí cuenta. Aunque noté que usted en realidad anda detrás de la jevita que nos atendió”.

-“Usted
como siempre: ¡observador! Pesao, quíteme esa cara que ya le dije que aquí no va a pasar nada!”

-“No, lo que pasa es que estaba mirando alrededor y noté que la puerta para entrar, es la misma para salir. 
¿Y si se arma un brejete aquí, por dónde sale uno?”

-“Jajaja 
¡qué hombre éste! ¡Olvídese de eso que no pasará nada!”

Entre diálogos entrecortados por la música alta, nos habíamos tomado ya varias cervezas.

Mi inquietud respecto al por qué tantas atenciones para nosotros, obedecía a que el dueño del lugar tenía un acuerdo con sus empleadas que consistía en darles cinco pesos por cada cerveza que vendieran. 
¡Imagínese usted!.

Esa cara esbozada con una radiante sonrisa, era parte del plan de cada chica que servía en su afán de ganarse algo extra. Estaba claro que él era fijo en aquel lugar y que la elegante muchacha, había desarrollado una mordaz estrategia para entretenernos extensamente allí.

Me excuso con él y me dirijo a realizar el clásico ‘cambio de aceite’. Entro al angosto baño y en un momento dado, agudizo bien mis sentidos para poder discernir el tumultuoso murmullo proveniente de afuera, que al confundirse con la música, no se definía.

Al abrir la puerta del baño, me recibe un provocado Bacilio y me dice en tono exaltado:

-“
¡Pesao devuélvase!, ¡hay un pleito con do' tiguere en el bar dicutiendo por una mujel y ‘tan lo botellazo a do’ mano!”, al momento que rápidamente cerraba la puerta, aferrándose con firmeza al manubrio de la misma.

El miedo de pensar que uno sería víctima de aquel desorden, se había apoderado de mi y la experiencia del término ‘tragar en seco’ la viví intensamente gracias a una dilatada disfagia que se había apoderado de mi en lo absoluto. En un esfuerzo por poder hablar le digo bien preocupado:

-“
¡Tu ve lo que te dije! ¿Y ahora cómo diablos vamos a salir de aquí?”

-“Pesao yo ya le dije que no se preocupe que aquí no va a pasá na’ ”, aún aferrado al manubrio de la puerta.

El pleito se controló al llegar la policía. Fue mi última incursión a los denominados centro cerveceros.

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: “El Cervecentro”. © 2009-2010-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.

9 comentarios:

  1. Pero dejaste de ir a los centrocerveceros por 2 dias, luego de eso y hasta la fecha no sales de uno :P

    ResponderEliminar
  2. Mire marcos la veces que yo sali corriendo de esos lugares, yo no salgo de uno cada vez que estoy aya.yo se cual es el que dices pero si no lo dices tu menos yo jejejejeje..

    jimmy cotarelo

    ResponderEliminar
  3. Willy Bobadilla Jr.26 de marzo de 2010, 5:52

    Jajaja, Diantre Marcos Tu primer día y Te graduaste.... Willy Bobadilla Jr.

    ResponderEliminar
  4. JAJAJAJA, te graduaste....

    ResponderEliminar
  5. "Esta historia si que esta buena, le doy gracias a Dios que en mi vida no me ha llamado la atención meterme en esos lugares y menos de mala muerte, prefiero que me digan viejo prematuro y amargado y disfrutar de mi vida tranquilamente, te aseguro que las personas que tuvieron el pleito en es momento la pasaron bastante mal por andar de borracho y muy machos. P

    Por un Cue"·$%. no man yo no so loco".

    ResponderEliminar
  6. era la fragancia o algo como cristal, cuando nacieron estos centros yo ya estaba viejo para ir, yo soy del tiempo del rincon de la salsa, del primero, tu sabes que eso lo cerraron por un tiempo y luego lo volvieron a abrir pero ya no era lo mismo, ese si era estrecho de verdad, una sola puerta y un pasillito que no cabian dos personas, me encantaba esa musica super alta, en esos tiempos fue que se iniciaron los motoconchos, eran hasta escasos, gracias a dios nunca se armo un pleito mientras estube alli, mi papa cuando se enteraba de que habia ido me daba mi jalon de oreja, pero siempre que tenia 50 pesos cogia pa'ya.
    george m.

    ResponderEliminar
  7. "Pero que interesante y veridico este tema!!. Muy de acuerdo..."

    ResponderEliminar
  8. "Asi pasa Marcos a veces por buscar un poco de diversión se ve en tremendos apuros"

    ResponderEliminar
  9. Alberto González9 de abril de 2010, 13:03

    "jajajajajaja me inmagino verte en ese momento dentro del baño del cervecentro jajajajajaaja"

    ResponderEliminar