viernes, 25 de abril de 2014

"Analgésico Fotográfico"

Uno de los factores que el ser humano menos desea experimentar es la nostalgia.

Cuando se nos va alguien por un tiempo solo queda el recuerdo físico de algo que nos haya dejado, pero sin lugar a dudas el mejor de todos, es la fotografía.

De hecho, el término "fotografía" se empleó por primera vez el 25 de Febrero de 1839 cuando el astrónomo alemán Johann Heinrich von Mädler la utilizó en el periódico de su país, Vossische Zeitung.

Está documentado que en Marzo de ese año, Sir John Frederick William Herschel, renombrado matemático, astrónomo, quimico y fotógrafo-inventor experimental inglés, la dio a conocer mundialmente.

De todas formas, capturar un momento de nuestra existencia en una fotografía, nos servirá para referencia obligatoria a futuras generaciones.

Desde que tengo uso de memoria, las fotos han sido una constante en la vida de todo quien nos rodea. Sin embargo me encontré con un curioso caso hace ya un tiempo no tan distante...

-"Buenas tardes señorita"

-"Buenas tardes señor ¿Es usted el Intérprete?"

-"Sí para servirle"

-"Mi jefe me dijo que le vaya verificando estas hojas en lo que llega"

-"Discúlpeme joven ¿Le mencionó él si éste era el trabajo?"

-"Bueno, sólo me dijo que le pidiera si podía traducirle estos documentos"

-"OK. Gracias"

Me encontraba en una oficina de un reconocido empresario de la construcción y el flujo de varias personas era interminable. Convergían además empleados internos y externos junto a innumerables clientes.

La recepcionista me hizo la vida cómoda al invitarme a pasar a un salón en donde tendría absoluta libertad de espacio y también un fino escritorio para apoyar. Anexo, estaba la ambientación, que bien parecia un sepulcro dado el dominante silencio que regenteaba el lugar.

Terminé la traducción en unos 15 minutos y opté por quedarme allí hasta que la joven me llamara.

Las modernas puertas de cristal, le permitían a uno poder tener contacto visual con casi todo el perímetro de la recepción más la entrada principal del edificio.

Miraba con sumo asombro cómo la recepcionista miraba fijamente un portaretratos cada vez que levantaba la mirada. No podía definir su fabricación, pero la estructura emulaba un tradicional portaretrato de madera, aunque la fijación visual de la muchacha me hacía pensar que a lo mejor era digital.

Llega mi cliente y rápidamente entramos en acción con un potencial inversionista quien había exigido negociar que los términos a discutir de un importante proyecto, se hablarían en Inglés.

Tras par de horas, finalizamos la jornada y el cliente me da las gracias al momento de decirme que pasara por la recepción para recoger mi pago.

Me dirijo solícito hasta donde la joven...

-"Siéntese brevemente por favor. Mandé a cambiar el cheque"

-"Muchas gracias señorita"

-"No es nada"

Breves instantes después llega la persona con el cambio, la joven me paga y antes de irme le pregunto...

-"Discúlpa mi curiosidad, pero ¿es ese portaretratos digital?"

-"Jejeje ¡no para nada! es de madera ¿Por qué?"

-"Es que notaba que lo miraba insistentemente"

-"Jajaja lo que pasa es que leí en un artículo que mirar la foto de un ser amado reduce el dolor en un 44%"

Semejante respuesta me dejó atónito y sólo reí y me retiré.

Al llegar a mi casa, inicié a hurgar sobre el tema y me enteré que recientemente se realizó un estudio entre 8 mujeres y 7 hombres que arrojó como resultado (vía una máquina de resonancia magnética escaneando sus cerebros) que al mirar fotos de seres amados reducía el dolor entre un 36 y un 44 por ciento.

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "Analgésico Fotográfico". © 2011-2014 Marcos Sánchez. Todos los derechos reservados.

viernes, 11 de abril de 2014

"Ayuda Anónima"

Tradicionalmente nos han inculcado que los hijos somos el reflejo de nuestros padres desde el punto de vista de cómo se nos educó. De ahí, que la vida nos pague justo lo que merecemos.

Todo, por supuesto, suena extremadamente bien en teoría.

Cuando tenemos que enfrentar una situación provocada directa o indirectamente por nosotros, nos damos cuenta que las cosas no siempre salen como pensábamos, pero si miramos en nuestro interior, nos damos cuenta que seguir o cambiar depende de uno mismo.

El 22 de Septiembre de 1998 será recordado como un día fatídico para toda la región Este y de manera muy sensible, para todo romanense ya que el ciclón Georges dejó estragos materiales y psicológicos para muchas familias en La Romana.

Al día siguiente del desastroso fenómeno, salí con un amigo a dar una vuelta para ver cómo había quedado nuestra atolondrada Flor del Este. El espectáculo era algo más allá que deprimente. Desde la
parte alta de la ciudad, ésta parecía un desierto en términos literales.

Viendo desastre tras desastre y gente con rostros entristecidos, pasábamos de un sector a otro y en un momento determinado nos paramos en un pequeño colmado en la calle Espaillat llamado “La Tasca de María”. Entramos y nos sentamos:

-“Qué tiempo tu crees que le tome a La Romana recuperarse, Marcos”, me pregunta escéptico mi amigo.

-“No lo sé. Todo depende de las autoridades y la cantidad de ayuda que recibamos”.

-“¿Tu te imaginas esta vaina ahora?: no hay luz, poco agua, hielo, comida, los trabajos parados, las escuelas cerradas… ‘Tamo feo pana”, me dice bien preocupado.

-“Tienes razón, aunque se dice que de la desgracia se obtiene un beneficio”

En eso la dependiente del colmado nos interrumpe y nos dice decididamente:

-“Bueno, discúlpenme que me meta en la conversación, pero de seguro los ricachones serán los únicos que se beneficien porque yo no veo cómo, con todo este desastre...”.

En eso entra un señor que sostenía unas fundas de alimentos para palomas y se integra al diálogo y dirigiéndose a mí, me dice:

-“¿No e’ uté el hombre de la película?”.

-“Sí”, le digo escuetamente.

-“Su programa me encanta. ¡Mire como son las cosas! eta e’ una película de terror que ha dejado ete ciclón”.

-“Eso es así. De eso estábamos hablando aquí antes de usted llegar”, dice la dependiente.

-“Na’. ¡Eperá a ve qué pasa!”, dice el señor. En eso se mete las manos en los bolsillos, mira la cantidad que tiene y nos pregunta a mi amigo y a mí:

-“¿Lo muchachote se toman una cervecita? Ete calor ta’ bien fuelte”.

-“¡Bueno! ¿Qué se va hacer?!”, dice mi amigo al tiempo que asiente dando su visto positivo a la invitación.

El señor pagó, se llevó además una cerveza en manos y se despidió. En eso siguen entrando más personas al lugar. El espacio no era muy amplio y accedimos a sentarnos en unos banquitos afuera del colmado.

-“Que ironía de la vida. ¡Pasamos por aquí chequeando parte del desastre y de repente nos brindan par de pequeñas gracias al hombre de película! ¿No puedes quejarte, eh?”, me dice.

Antes de darme un sorbo, miro la botella y al frente veo gente de un lado a otro en búsqueda de provisiones y otras cosas y digo sopesadamente:

-“No creo que se vea bien estar aquí tomando cerveza mientras todo el mundo no sabe si va o qué va a comer hoy…”

-“Bueno, Marcos no me malinterpretes, pero ¿quién sabía que esta vaina sucedería? ¿Qué podemos hacer?”

Me levanto de la silla, entro al colmado, le pido a la dependiente que me guarde la cerveza en el congelador, salgo y le digo:

-“Te voy a decir qué vamos a hacer”

Confundido, me ve caminar hacia la esquina y me paro justo en la calle Luperón y Espaillat a unos escasos metros del colmado. Al acercárseme me dice:

-“¿Pero ven acá hombre de Dios y qué fue lo que te dio?”

-“Te voy y me voy a demostrar qué tanto la gente me conoce”, le digo.

Comencé a parar a todo aquel que me hacía un saludo y le solicitaba un aporte para ayudar a las personas que vivían en la periferia y que por lo distante de su ubicación, eran candidatos a recibir asistencia tardía o lo que era peor, ninguna.

Estuvimos allí desde las 5:30 de la tarde hasta caída la noche, cerca de las 8:00 PM. cuando contamos eran cerca de unos tres mil pesos y algo más. Mi rostro estaba en aspecto satisfecho y le digo a mi amigo:

-“Ahora sé qué tanta gente conoce a uno. Vamos a casa a preguntarle a mi mamá qué podemos comprar con esto”.

Sólo obtuvimos unas ocho fundas llenas de todo lo que usted se puede imaginar en materia de alimentos básicos más velas, trementina y fósforos. Las repartí en lo que hoy día es Piedra Linda y me ayudó solícitamente mi gran amigo y mentor cinematográfico, José María Castillo.

No he olvidado el rostro de esa gente al ver la ayuda que llegaba y al preguntarnos si se trataba de un asunto político, le dijimos que simplemente era una motivación personal.

Hacen unos años, estaba con mi mamá en el más grande centro comercial de la ciudad y parados en la caja se me acercó un jovencito y me dijo:

-“¡Hey! ¡Gracias por todo!”

Sin tener idea de por qué o qué motivó a ese muchacho a decirme eso le pregunto:

-“Gracias, ¿por qué?”.

En eso llegan sus padres y le dicen señalándome:

-“Ese que 'tá ahí fue quien no' ayudó pa' la época del ciclón”.

Notablemente conmovido, le dije que lo había hecho de corazón y entonces me dijo el joven:

-“Que bueno que hay gente como uté. Ese día me dijo mi mamá que no teníamo' qué comel siendo yo un pipiolito de uno 2 ó 3 año'”.

A mi mamá se le saltaron sendos lagrimones y enfrente de todos, nos abrazamos. Ese fin de semana almorcé con ellos allá en la ahora no tan modesta casa. No reparé en lo que comí. Sólo sé que me sentí un mejor ser humano ese día.
Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "Ayuda Anónima". © 2009-2014 Marcos Sánchez. Derechos reservados.

viernes, 4 de abril de 2014

"Agradecido"


Siempre he dicho que lo más difícil es y será tratar con personas. Estoy convencido que nadie es igual por aquello que "cada cabeza es un mundo", peor me resisto de plano aceptar que es un hecho irrefutable y ya. Pienso que debemos ser más conscientes y menos materialistas. 

Aspirar a ser entes multiplicadores en nuestro entorno. Usar las herramientas que podamos para intentar mejorar las cosas dando nuestro valioso granito de arena... 

Fui incitado en calidad de Intéprete a un acto social hace unos días. Los invitados eran extranjeros y habían determinado celebrar la especial ocasión aprovechando su estadía en el país. La persona que me recomendó conocía de nuestra habilidad en el idioma inglés y nos puso en contacto con el responsable del acto. 

Una llamada telefónica certifica el acuerdo y un encuentro previo ultima los detalles de nuestras funciones, transporte y forma de pago. Una vez en la actividad, el tiempo hizo gala una vez más de su principal característica: ser implacable. En un abrir y cerrar de ojos, transcurrió el lapso cronometrado para le ejecución del evento y todo terminó tal como se planificó. 

De regreso a casa, me detuve en un sitio a comprar algo de cenar. Había mucha comida en ese lugar, pero nada que me agradara y opté por no solicitar algo. Para quienes laboran hotelería saben al dedillo el destino final de lo que se prepara y no se come. 

Por fin llego a un sitio para pedir algo rápido. Una hamburguesa en este caso. Esperé mi turno porque esperaban unas 3 ó 4 personas antes de mi orden. Sentado y mirando alrededor, se me acerca un muchachito de aspecto desaliñado y me dice que le de algo de comer que no había cenado en 3 días. 

Ante mi asombro y duda a la vez, le pregunté la razón y confesó que lo que conseguía era para alternarlo entre su hermanito y él. Un nudo en mi garganta se apoderó de mi al escuchar con voz firme las palabras de ese niño. Se trataba de algo sumamente desgarrador y sin pensarlo dos veces, le di mi hamburguesa. Noto que rápidamente la partió en dos pedazos, da las gracias y se retira corriendo hacia la acera del frente a darle la mitad a su hermanito. Mirando la acción, supe que era realmente para compartirla. 

En eso, le digo al dependiente que me prepare otra hamburguesa esta vez para llevar y dos jugos. Le hago señas al infante con uno de los jugos en manos y se acerca solícito. Da nuevamente las gracias, cruza y veo que se van caminando contentos. 

Ya lista mi orden, me dispongo a pagar y el dependiente me dice: 

-"Déjelo así amigo" 

-"Pero, ¿por qué si no le estoy pagando el segundo pedido?" 

-"Usted pagó hace rato ayudando a ese pobre infeliz" 

Agradecí el gesto porque si miramos desde una perspectiva amplia, en la vida a veces tenemos ciertas cosas y hay gente que no posee nada y nunca valoramos lo poco o mucho que nos toca. Encendí mi motocicleta y en el trayecto me encontré con los niños rumbo a un destino desconocido.

Llamé al mayor resolviendo darle también la otra orden. Ante mi asombro y de forma dudosa me pregunta: 

-"Pero ¿y usted no va a cenar hoy entonces?" 

-"No te preocupes. Yo ya cené. Espero te caiga bien"

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "Agradecido". © 2014 Marcos Sánchez. Todos los derechos reservados