viernes, 25 de octubre de 2013

"Fiesta Electrónica"

Uno de los aspectos más interesantes del conocer, es ver cómo impacta a comunidades el hecho de hacer suya alguna práctica en particular.

Por prejuicio o simplemente vergüenza, a mucha gente no le gusta preguntar sobre lo que no conoce.

Cree o entiende que al hacerlo, será objeto de ácidas críticas o a lo mejor, le echarán a un lado por simplemente desconocer sobre algo.

La primerísima vez que escuché música basada íntegramente en elementos electrónicos fue en 1983. Se trataba de la canción “Let The Music Play” de la estadounidense Shannon. Ritmos sincopados con un fuerte sonido de batería más unos cuantos aderezos latinos, eran en sí el movimiento Freestyle.

La concentración del ritmo tenía una sólida legión de seguidores en Nueva York, puertorriqueños en su mayoría, ya que el creador del nuevo género era de ascendencia boricua.

Como nos es inherente, los dominicanos son sinónimos de "la ciudad que nunca duerme", porque aunque no llegaron junto con los puertorriqueños, su presencia se hizo sentir bastante rápido.

De ahí, que todo el que gozaba de un visado (escasos en ese entonces) norteamericano, traía consigo medio avión de ropa, ropa ésa comprada mayormente en un mercado de pulgas por cierto y había otro tipo de viajante que por su cultura, traía música. Así se proliferó en todas las discotecas del país en un abrir y cerrar de ojos.

La música electrónica era considerada de baja categoría, porque todo prácticamente era secuenciado vía un sintetizador y al intervenir una sola persona programando el instrumento, las grandes disqueras obviaban ese ejercicio musical.

Pronto y al igual que el DJ, la música electrónica pasó de las discotecas a la radio y de allí a grandes escenarios y brevemente los DJs gozaban de reputación mundial ganando abultadas cantidades de dinero en conciertos totalmente llenos que en muchos casos, congregaban hasta 50 mil almas decididamente dispuestas a celebrar y defender su predilección musical.

Nuestro país, por tener un constante bombardeo cultural tanto europeo como estadounidense, la fiebre llegó aquí simultáneamente.

Hace un par de años, Jesús, uno de mis dos sobrinos que se criaron conmigo, veía cristalizado su sueño de ser el responsable en organizar la primera fiesta electrónica masiva en La Romana. Tomó como escenario el nostálgico club Casa de Puerto Rico.

Jesús sabía de antemano que era popular y sin pensarlo, procedió a capitalizar esa popularidad obtenida entre sus amistades que conoció trabajando como asistente de cocina en un restaurant de La Marina. El apoyo fue magnánimo. El día del gran evento me pide algunos tips y una que otra asistencia...

-“Tío yo voy a querer que usted me ayude con la caja y me de un listado de grupos que usted considere son buenos para mi fiesta electrónica”

-“Por supuesto Jesús. Sobre la caja, vamos a tener a mi hija y ve a este website donde encontrarás todo tipo de DJs famosos”, le digo.

-“¡Muy bien! ¡Gracias tío!”

Los patrocinadores apoyaron al muchacho como si se tratara de un asunto único y una importante licorera le cedió toda la gama de sus productos. La contra parte, la ligó con una compañía cervecera.

Ya en la fiesta, para mi asombro, la desmesurada cantidad de jovencitos asistentes era continua y mis cejas no dejaban de elevarse a medida que pasaban los minutos.

Mi función primordial era supervisar las funciones de mi hija en caja ya que se trataba de dinero en efectivo y por supuesto, el apoyo moral hacia mi sobrino.

-“¡Papi, cuanta gente! ¡No sabía que Jesús era tan popular!”, me dice mi hija.

-“Tampoco yo. Hay muchachos de todas las escuelas tanto públicas como privadas y uno que otro instituto y gente de La Marina. Estoy realmente sorprendido con la capacidad de congregar gente que tiene este muchacho”, opino.

-“Ja,ja,ja ¿te estas poniendo nostálgico, daddy?”, me dice entre sonrisas.

-“Je,je,je 
¡no que va! Lo que pasa es que en mi época las cosas no eran como ahora. No obstante me siento bien estar aquí”, le digo.

-“Bueno papi, quería pedirte que después de terminar mi turno en caja me permitas compartir un rato en la fiesta”, me solicita.

-“Claro que sí bebé ¡Eso sí! No nos vamos de aquí a las 3 de la mañana je,je,je ¿OK?”, sentencio a sabiendas de la inminente amenaza de extender ese permiso debido al desfile de amiguitos de su colegio que estaban allí.

Termina mi hija su turno y es sustituida por otra persona allegada a mi sobrino. Miro el reloj y marca las 10:30 PM. En eso veo unas cuantas madres que habían decidido quedarse a esperar a sus hijas. Se me acerca una:

-“¡Hola Marquito! ¿No me digas que esa muchacha es tu hija?”, en tono de asombro.

-“¡Eso es así! Creció en dos días”, le digo.

-“¡Mira que bien! Tú eres el único padre que ha venido a chequear su muchacha”, me dice como apoyando el hecho de que hayamos coincidido allí.

-“Bueno en realidad no pretendo estar aquí mucho rato. Mi sobrino es quien organiza la fiesta y ya hablé con ella de irnos temprano”, le comento.

-“Así mismo. Yo a las dos mías le dije que yo no me voy a acostar tarde”, expresa con rostro de no estar mucho en ese ambiente.

Llega un muchacho amigo de mi sobrino y me dice:

-“¡Oiga don! Me dijo Jesús que usted fue quien le dio toda esa música”, con vaso de trago en mano y fumando o al menos, eso pretendía.

-“Sí, intenté darle un buen listado ¿Mira y qué edad tú tienes para estar fumando?”, le pregunto.

-“¡Oh don! Je,je,je 17! ¡El viejo mio es cool así como uté y él ya lo sabe!”, y se da un largo sorbo. En eso anexa:

-“¡Mire! yo pensaba que usted era un pasao’, pero esa música ta’buena don. ¿Uté oía esa vaina cuando joven?”, se da otro trago y ésta vez inhala su cigarrillo.

-“No era la misma música, o sea tan rápida como ahora, pero se puede decir que escuché los inicios de lo que oyes hoy en día. En síntesis, sí. Escuché música electrónica a tu edad”, le digo

-“¡Bueno voy pa’rriba cuídese don!”, se despide y se marcha.

En eso llega mi hija y me dice que está asentada cerca de la cafetería para su rápida ubicación para cuando decida retirarnos. Le digo que está bien que le aviso y vuelve a su entorno.

Me siento desde una parte que me daba una amplia perspectiva del ambiente. Estaba en un lugar estratégico ya que no deseaba que mi hija interpretara que la estaba acosando. Me sentí medio obsoleto por un rato al ver tanta energía juvenil congregada allí.

Miré mi reloj y eran apenas las 11:00 PM y el asunto no aparentaba ceder en ningún momento. Miré brevemente al pasado y ambienté mi imagen en el lugar, pero en aquel entonces, las cosas eran dramáticamente diferentes y ‘al volver al futuro’, comprendí que ya estaba en otros tiempos y evidentemente no era aquel muchacho.

El tiempo pasó casi inadvertido y mi reflexión se vio eclipsada al escuchar la delicada voz de mi hija:

-“¡Papi! ¿Qué te pasa? ¿Por qué estas aquí solito? ¿Quieres que nos vayamos? Es la 1:30 AM”, me dice al momento que me abraza.

-“No pasa nada amor. Simplemente me ubiqué aquí para dejar que disfrutaras de tu fiesta y no frustrar tu momento”, le digo en tono cálido.

-“Papiii… ¿de qué estas hablando? ¡Tu presencia aquí me llena de orgullo! ¡¿No te das cuenta de que todo el que está aquí baila por la música que tú elegiste?! ¡Mira! Si estas cansado nos vamos, ¿si?”, me comenta súper contenta.

-“Bueno, no lo había visto desde ese punto de vista. Seré honesto contigo como siempre lo he sido mi amor. Estoy cansado de verdad, pero éste es un momento que jamás volverá y además te has ganado estar aquí. Nos iremos en media hora”, le digo.

-“¡Está bien! ¡Por mí si quieres, nos vamos ahora Daddy! ¡Pero hay alguien que quiero que conozcas!”, me dice riéndose.

-“Amor, no creo que sea el momento para presentar admiradores”, le digo.

-“¡Es alguien maravilloso! ¡Ven Daddy!, te lo presento y nos vamos de una vez!”, insiste.

Por fin accedo a ir y en eso sabiamente me va metiendo en la pista y me pide que baile con ella. Ya metido en el lío y con esa música ultra mega alta, me acerco a su oído y le pregunto en tono un poco alto:

-“Bebé: ¡¿y dónde está tu maravilloso admirador!?”

Se aleja a poca distancia de mí con una abierta carcajada, retorna a mí y en el mismo tono de voz me dice:

-“¡Tonto! ¡Esa persona eres tú!”

Salimos de allí a las 4 de la mañana. Jesús, actualmente está en Argentina perfeccionándose como Chef profesional, vendió más de 100 mil pesos aquella noche. Mi hija se gradúa hoy de Ingeniera Civil :).

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "Fiesta Electrónica". © 2009-2010-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.

viernes, 18 de octubre de 2013

"Fiesta de Cumpleaños"

De pequeño era una especie de práctica bastante normal asistir a los cumpleaños de varios amiguitos del barrio y a veces, fuera del área donde uno vivía.

El asunto cobraba ciertos matices ya que a parte de la excitación de ser parte de una fiesta, había el interés que generaba la compra de ropa nueva.

Algo que nunca entendí en ese entonces era el marcado interés que ponían nuestros padres en los zapatos.

Obviamente, la camisa, pantalones, medias y correa eran tomados en cuenta, pero el detalle en los zapatos era de rigor.

En el “Barrio Lela”, lugar de mis orígenes, los cumpleaños se celebraban con mucho colorido, abundancia de invitados y de igual forma recibía el festejado regalos, como también los invitados.

Las piñatas emulaban un nivel de preñez ya que la minaban de dulces, ni hablar de cocktails, jugos, refrescos de soda, panecillos, una gama de galletas y el gran protagonista del evento: el bizcocho...

-“Algo muy importante que tienes que saber Marcos”, me dice mi mamá al momento de mirarme fijamente a los ojos

-“El lugar donde vas a estar es bastante amplio y bajo ninguna razón te quiero ver cerca del bizcocho. Para jugar con tus amiguitos, hazlo en el patio u otro lugar”, sentencia

-“Si mami, está bien. ¿Mami la mamá de mi amiguito no va a regalar bizcocho?”, pregunto un tanto desconcertado

-“Je,je,je, no mi hijo querido. Lo que pasa es que hay otro bizcocho para todos los invitados del festejado”

Me quedé sin entender, pero mi ánimo siguió intacto. Comienza la actividad y usted se puede imaginar la sudada que uno da en esos menesteres, corriendo sin sentido, gritando, riendo a más no poder e improvisando todo tipo de juegos imaginables.

En un momento determinado, la madre del festejado llama a los invitados a tomarse la clásica foto grupal, que generalmente no era una sola ya que el fotógrafo nunca lograba su anhelada toma y entre tiros y tiros (consciente o no del beneficio) por fin salía la menos desastrosa.

Acto seguido volvemos a la actividad y esta vez el interior de la casa estaba incluído y al ver el bizcocho me llegaron las palabras de mi mamá y congelado como si fuera a control remoto, me devuelvo para el patio.

Me siento un rato a tomarme un refresco y mi madre me solicita que vuelva a jugar, pero estaba cansado.

En segundos, se sienta la progenitora del festejado y con una cara de tragedia le dice a mi mamá:

-“¡Yo no sé cómo es posible que los padres no puedan controlar a sus muchachos!. ¡Usted sabe lo que es eso vecina!, hubo uno ahí que corriendo en la sala tumbó el bizcocho. ¡No se puede!, no se puede!”, y se para abruptamente.

Miro a mi mamá y con una amplia sonrisa me dijo:

-“¿Entiendes ahora por qué no quería verte cerca del bizcocho?”

Cuando tuve a mi hija le transmití el mismo mensaje. De niño uno nunca lo entiende, pero de adulto es cuesta arriba escuchar a un vecino detractar la actitud de un hijo de uno. Y la crítica va directa a los padres porque de ellos depende qué seamos al crecer.

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "Fiesta de Cumpleaños". © 2011-2013 Marcos Sánchez. Todos los derechos reservados.

viernes, 11 de octubre de 2013

"El Cuco en el Closet"

A la edad de 12 años me encontraba cursando el sexto curso de primaria en el colegio Santa Rosa de Lima en mi ciudad natal, La Romana.

El colegio, regentiado por autoridades católicas, se caracterizaba por ser un estandarte de la buena educación en ese entonces.

Se tenía la creencia de que todo el que estudiara allí era "riquito" debido al nivel que vendía, sin proponérselo el centro de estudio privado.

Como es normal, cada año venían y se retiraban compañeros y con esta actividad, uno tenía la oportunidad de conocer nuevas amistades. Muchas de ellas fueron menos que efímeras por múltiples razones y otras, dilatadas, quizás por asuntos del destino.

En uno de esos cambios conocí a Alex, un joven que venía con un aval sumamente prejuiciado ya que su tía, de quien no recuerdo el nombre, le exigía ser el mejor en todo ya que según ella, él tenía ese compromiso por venir de una familia de alta alcurnia.

La ultra delicado y calidad de su uniforme se notaba a primera vista aun cuando era tela azul (en la camisa) y khaki en el pantalón. Pronto Alex se dió cuenta lo díficil que sería para él adaptarse en el colegio ya que todos en el curso, le miraban de arriba hacia abajo y literalmente nadie le dirigía la palabra.

Sus días en clase transcurrían ante nosotros como si no existiera y su participación era prácticamente nula. En recreo, como no interactuaba con nadie, llevaba su mega lonchera temática a Superman y en ella, descansaban sendos sandwiches con variados tipos de dulces y jugos. 

Desayunaba con suma cautela al momento que leía una historieta cómica.
Como siempre he sido adicto a la cultura popular, un día Alex optó por romper el hielo marcado por un silencio de sepulcro que llevaba semanas intacto. Ya en recreo se me acerca y me dice:

-"Hola. Soy Alex. Ya sé tu nombre porque veo que eres sumamente popular en el curso tanto entre varones como hembras"

-"Vaya! pensé que no te gustaba mezclarte con personas", le digo.


-"Olvídate de eso. Yo soy diferente. Eso es todo. ¡Mira! ¿Dónde conseguiste ese paquito de Superman?", me dice con ojos bien abiertos.

-"Tengo un amigo que vive en Nueva York y cada vez que viene me pregunta qué deseo y le pido paquitos de superhéroes", le comento mientras avanzamos en la fila.

-"¡Que bien!, yo los compro en Puerto Rico cada vez que viajo", sigue entusiasmado.

-"Que bueno. Supongo vas allá a cada rato", le digo.

-"Tengo que viajar por ahora semanal ya que no vivo con mis padres. Vivo con mi abuelo y mi tía no se deciden si vivir aquí o allá", dice un tanto desorientado.

-"Eso justifica por qué nunca terminas tus tareas a tiempo, ¿verdad?", expreso.

-"Siiii...mira! te gustaría ir a mi casa y así me ayudas con unas cuantas cosas que no entiendo de Sociales y también podríamos intercambiar paquitos!", me comenta en un tono bien abierto.

-"Podría ser Alex. Primero debo consultar con mis padres. Te digo después".

Un par de días más tarde llegaba el viernes y coincidió que Alex no viajaría a Puerto Rico ese fin de semana. Acordamos de vernos en su casa cerca de las 3:00 PM para ayudarle con las tareas de Sociales.

Su casa quedaba bastante cerca de la mía y llegué a las tres en punto. Noto que el portón delantero tenía el candado quitado y al vociferar, me respondió por una de las ventanas frontales de una de las habitaciones y me pidió que entrara por el callejón.

Al recibirme por la puerta trasera de la cocina veo que un niño le está haciendo pasar un rato bien incómodo:

-"¡Carlitos! ¡apéate muchachito malcriado!", le dice.

En eso el niño me ve y sin tapujos me pregunta:

-"¿Y usted quién es señor?", Alex lo interrumpe, al momento que se lo quita de encima y le dice:


-"¡El es el cuco! ¡Y si no te portas bien te va a llevar!"


El niño me mira con cara de tragedia y sale corriendo hacia una de las habitaciones a alta velocidad.

-"¿Tu hermanito?", pregunto.

-"¡No! es un primito. Hijo de mi tía, pero tiene demasiadas energías ¡Ven pasa!", me dice Alex.

Al entrar a la sala, vi una desmesurada cantidad de paquitos de todo tipo de superhéroes. Al lado de ellos varios LPs tanto de música romántica como en Inglés y dentro de ellos estaba nuevecito el LP de la película "Fiebre del Sábado por la Noche". No pude contenerme e indeciso entre paquitos o LPs, le digo:

-"¡Wow! A mi hermana mayor le gusta muchísimo este LP!"

-"Supongo que debe tener la misma edad que mi tía. Es de ella. ¿Lo quieres escuchar?, me dice solicitamente.

-"Sí, sí, pero pon este" y le señalo "How Deep Is Your Love" de Bee Gees. Alex accede a reproducir la canción en un componente estéreo marca Philips con cabeza de diamante, mientras verificaba mi escueta colección de paquitos.

En eso veo que también tiene entre los LPs, el soundtrack de "Grease" y le pido que interrumpa la canción de los Bee Gees y que coloque "Grease" de Frankie Valli. Accede y cuando suena el primer verso:

-("I solve my problems and I see the light/We gotta plug and think, we gotta feed it right/There ain't no danger we can go to far/We start believing now that we can be who we are...") En eso sale el niño de la habitación y grita:


-"¡Abuelo! ¡Abuelito!"

Se arma tremenda confusión y Alex me dice que rápidamente me meta en el closet de su habitación al momento que me hace señas de no hablar. Entra semiviolentamente el abuelo y con voz de trueno le dice:

-"¡Alex carajo! ¡¿Cuántas veces te he dicho que no le pongas la mano a ese aparato, eh?! ¡¿Y qué es lo que pasa con ustedes que siempre pelean?! ¡Tendré que castigarlos nuevamente!"

-"¡Abuelito, abuelito! ¡Alex metió al cuco en el closet!", le vocifera el niño al señor mientras lo instaba ir a la habitación agarrándolo por el antebrazo.

-"¡Qué cuco ni que nada carajo! ¿Ves lo que te digo?" (dirigiéndose a la tía de Alex) y sigue: -"¡Alex vive asustando a este muchacho con esas pendejadas del cuco! y tú siempre diciendo que no que no hay problemas!"

-"¡Apaga ese aparato y vaya al carro que vamos de compra para Santo Domingo!", dice aún en voz ultra alta y bien molesto el señor.

-"¡Si, señor! Voy a dejar la otra llave colgada en el llavero de la cocina", vocifera Alex con la intención de que escuchara.

Salen todos, y el niño sigue insistiendo que el cuco estaba en el closet y escucho a lo lejos el señor decirle a la madre del niño:

-"Por eso quería vivir en Europa. ¡Estas estúpidas creencias latinas! Pero no te apures,  ¡mi nieto será otra cosa!"

Cierran la casa y tras unos dilatados minutos, salgo del closet sumamente asustado. Voy corriendo a la sala y tomo mis paquitos, me dirijo a la cocina, agarro la llave, abro mi puerta, cierro y la tiro por una ventana lateral a la cocina.

Hasta ahí todo estaba muy bien, excepto el fantástico detalle que Alex nunca tuvo tiempo de alertarme: ¡El bulldog que había en el patio! 

No recuerdo claramente cómo diablos logré saltar un portón que solo ninjas podrían sobrepasarlo y al caer ya en la parte opuesta al portón, me paro corriendo (paquitos en mano) y llegué a casa en nano segundos.

Al día siguiente nos vemos Alex y un servidor en la escuela y con cara de preocupación, pero mezclada de cierta ironía me dice:

-"Oye discúlpame de verdad por lo de ayer, Marcos. No tuve tiempo de decirte nada. Hoy mi tía y mi abuelo se van a Santo Domingo otra vez. ¡Te invito a mi casa!"

-"Mira Alex, ¿sabes por qué no voy a mencionarte tu madre? Porque nunca me has hablado de ella y por respeto. ¡No vuelvo a tu casa jamás!"

Y así fue. No he vuelto a saber de Alex desde entonces...

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "El Cuco en el Closet" © 2009-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.

viernes, 4 de octubre de 2013

"La Primera Comunión"

En 1985 me encontraba inmerso en mis actividades religiosas motivadas en parte por mi mamá, quien siempre ha sido una mujer de Iglesia y también por la inexorable condición de participar en actividades católicas por estudiar en un colegio con esas creencias.

Para mí era algo sumamente normal ya que los Martes y Jueves de cada mes, asistía con mi mamá a la Casa Curial a tomar clases, análisis y charlas basadas en textos bíblicos.

En una de esas visitas se le acercó a mi mamá una señora que siéndoles honesto, lo que emanaba su personalidad era pura bondad, decencia y un elevadísimo porcentaje de cariño.

La señora en cuestión, al escucharme leer algunos párrafos, le sugirió a mi mamá que me encaminara para realizar mi primera comunión.

No pasó mucho tiempo para iniciar mis visitas a la iglesia en horas de la tarde para tomar clases de catecismo.

Un contraste singular se daba allí: la mayoría de los alumnos no eran originales del colegio donde estudiaba, pero sí compartíamos mismas creencias ya que también venían de colegios católicos.

Otra parte de los asistentes eran auténticos ‘hijos de papi y mami’ quienes eran tratados con cierta delicadeza por sugerencia de sus progenitores ya que se consideraban o estaban “a punto de perderse” o “eran víctimas de alguna influencia negativa”.

Eso me dio entender a temprana edad que aunque no se quiera, a las personas siempre las categorizan según sus orígenes. Mi intención no tenía fundamentos de ninguna índole en torno a interactuar con “los riquitos”, pero era inevitable cohabitar en un sitio minado de adolescentes con más cosas afines que diferencias.

Pasa el tiempo y por fin llega el gran día. Todo el mundo bien e impecablemente vestido, la iglesia atestada de familiares, amistades, conocidos, vecinos de vecinos, choferes con caras de machete esperando a los vástagos de sus empleadores, curiosos a dos manos y una parte que por alguna razón, nunca asistió a clase alguna y eran enviados de otra iglesia por múltiples razones:

-“¡Oye Marquitos que bueno que por fin vamos a hacer nuestra primera comunión!”, me dice uno de los hijitos de papi y mami sentado al lado mío.

-“¡Sí, estoy muy contento! ¿Eres de qué colegio?, porque nunca te había visto en el mío”, le pregunto.

-“Vengo del Sagrado Corazón de Jesús, pero antes estudié en el colegio de Las Monjas”

-“¡Que bien!. Oye... ¿Y por qué llevas todas esas páginas?”, le pregunto medio curioso.

-“Ah!, ¡Estas son las páginas que llené al escribir mis pecados! ¡Tú no tienes tantas! Parece que te portas bien jejeje”.

Rápidamente miré a ambos extremos de la iglesia y noté que la cantidad de niños allí triplicaba con creces cualquier concierto del ídolo juvenil del momento.

Mi preocupación se agudizó aún más cuando miré que a mis espaldas había una cantidad similar a la de mi frente.

Sabiendo en el orden que nos llamarían, con un lugar lleno de personas más los aditivos de poca ventilación y el alba (la túnica blanca) en tela nilón, se puede usted imaginar el calor allí dentro.

Inicia la ceremonia y al momento de la tradicional letanía, le digo al riquito que me acompañe afuera:

-“¡Pero no podemos salir ahora! ¡Nos van a llamar la atención!”, me dice.

-“No te preocupes. Mira creo que debes quedarte aquí al lado de la estatua de la Virgen”

-“¿Y qué hago?”

-“Espérame aquí y ve confesándole a la Virgen todos tus pecados en lo que regreso”

-“¡Pero no entiendo! ¿Quieres que le hable a una estatua?”, me dice con cara escéptica.

-“¡Hazme caso! Volveré por ti en un rato y nos confesaremos con el Padre”

En eso llega una de las encargadas del acto y se nos acerca con cara de pocos amigos:

-“¿Se puede saber que hacen estos dos caballeritos aquí y no están en la ceremonia?”

-“Señorita lo que pasa es que mi amigo Marquitos me dijo que viniera aquí a confesarle mis pecados a la estatua de la Virgen”, dice en tono defensivo el riquito.

-“Pero, ¿cómo es esto? ¡¿Marcos es su nombre jovencito?!”

-“Si, señora”, le respondo mirándola fijamente a los ojos.

-“¡Mire a ver si me quita esa mirada penetrante! ¡¿Y quién le dijo a usted que tenía que traer a aquí a este otro jovencito a confesarse?! ¡¿Es usted acaso alguna autoridad eclesiástica?!”

-“No señora. Lo que pasa es que vi el listado que tiene y el orden en que nos llamarían y casualmente estoy después de él”, le digo.

-“¿Y qué tiene eso que ver con traerlo aquí a confesarse con una estatua?”, me dice imponente.

-“Es que mire: todas esas páginas están escritas con todos sus pecados de lado y lado y son varias... ¡De aquí a que lea todos, se hará media noche!”, le digo.

-“¡Mire muchachito! ¡A Usted habrá que darle clases aparte de ecumenismo y así aprenderá a relacionarse mejor! ¡Caminen ambos adentro!”

Una vez en el interior de la iglesia, todo transcurrió más rápido de lo que imaginé y para mi asombro fui llamado antes que el hijito de papi y mami.

Ya al salir, nos tomábamos fotos con familiares y otros amiguitos. Intenté inútilmente localizar al riquito ya que la curiosidad me embargaba y al no verlo por ningún lugar, me asomé hasta donde la regañona señora y le abordo:

-“Con permiso señora…”

-“Ah!, Usted otra vez! Estoy contenta de verle ya realizado en su primera comunión”, me responde con una amplia sonrisa.

-“Pensé que estaba molesta conmigo...”, le dije ingenuamente.

-“No mi niño ¿Y por qué habría de estarlo?”

-“Por lo sucedido con mi amiguito…”

-“¡No, para nada! Fíjese allá al fondo. Tomé una decisión con su amiguito”

Al mirar, vi al muchacho llorar un río de lágrimas. Sus progenitores con cara avergonzada se encontraban al lado suyo y anexo, un Padre aparte intentando descifrar el vasto listado de pecados...

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "La Primera Comunión”. © 2010-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.