viernes, 2 de agosto de 2013

"El Affidávit"

Cuando experimenté situaciones provocadas por cupido en la etapa primaria de mi adolescencia, estaba tan inmerso en ese mundo perfecto, que entendía que era la persona más aforunada del planeta.

Estaba claro que faltaban algunos años antes de darme cuenta que en la vida los tonos grises son constantes y los azules, verdes o amarillos, puras casualidades.

Cerca de mi casa vivía una muchacha de nombre Denia, quien me tenía de vuelta y media, pero nunca lograba decirle nada.

Un terrible temor me embargaba cuando la veía y aún cuando andaba con algunos amiguitos del barrio, pretextaba 'ser yo' ante ellos en una situación claramente orquestada para poder verla.

Los intercambios de sonrisa eran bastante naturales y cuando se daba la oportunidad de un saludo, la presión arterial apenas me dejaba articular alguna palabra y me daban unos calambres similares a esos que se experimentan en un fuerte invierno.

Denia me atraía por su sencillez, su sonrisa, el cuidado que prestaba a su humilde vestir y además porque en su casa, sus padres tenían una paletera, vendían refrescos y para los ávidos amantes de la lectura popular, habían cómics o ("paquitos", en términos dominicanos) a la venta.

Los paquitos eran mayormente de personajes en boga como "Mandrake El Mago", "El Fantasma", "Fantomas" y por supuesto "Superman", "Batman" y eventualmente "Kalimán", "Águila Solitaria", "Memin" y "Condorito".

Como me gustaba tanto leer y en ese momento estaba inspirado en una serie original mía de súperhéroes, visitaba con extrema frecuencia la casa de Denia. Pasaba un buen rato supuestamente leyendo, pero era con la intención de poder verla. Todo el mundo sabía lo que estaba pasando porque mi actitud era muy predecible...

-"¡Hey Malco!: en el barrio to' el mundaso dice que tu ta' afisiao' de Denia!", me comenta Chichí.

-"¡De la mima folma que tu ta' de Dely, la hija de Geraldo!", contesto justificándome.

-"Si, Dely me guta, ¡pero tu deja de jugá con nosotro' a toaora pa' tá metío en la casa de Denia!"

-"Chichí lo que pasa e' que me guta mucho y no sé cómo deciselo. Cada ve' que la veo me da una vaina y no puedo hablal"

-"Bueno, pue epera cuando temo jugando el topao' o el pañuelo que ella se junta con Dely y ahi hablamo'"

-"Ta' bien. Pero, ¡tenemo que í lo' dó!"

Tras esa conversación me dirigí a mi casa y en el camino, pasé por la residencia de un señor que era un afable abogado, quien gozaba de mucho aprecio por parte de mi familia. Su patio colindaba con el nuestro y era un hombre de mucho tacto:

-"Hola vecinito, ¿Cómo está?"

-"Bien, gracia' ¿y uté?"

-"Todo bien. ¿Qué llevas ahi?"

-"¿Eto?. Son revita de muñequito que alquilo allí"

-"Oh, en la casa de la señora que tiene la paletera..."

-"Sí, ¡ahí mimito!", con cara bien sonriente.

-"He notado que te agrada una de las hijas de ella"

-"¿Quién, yo?. No! yo sólo voy a..."

-"Jejeje no se preocupe vecinito. No se lo diré a nadie. Lo que sí voy a decirle una cosa. Venga pase para enseñarle algo"

Me invita a su fastuosa oficina. Minada de una extensa librería, aire acondicionado, piso alfombrado y música ambiental.

Me invita a sentarme y de unos folders, saca una hoja en blanco. Me la pasa con un lapicero y me pide que escriba en el papel lo que quería expresarle a Denia. Me explicó que muchas veces a uno se le dificultaba organizar las palabras y que a veces era mejor escribirlas.

Llené prácticamente la hoja de un lado desahogándome con todo lo que llegaba a memoria inspirado en esa muchacha. Agradecí el gesto y me retiré a mi casa.

Ya en la noche, era costumbre en el barrio, nos involucrábamos en todo tipo de juegos y muchos de ellos, eran mixtos. O sea participan ambos sexos.

Entre una cosa y otra, se hizo tarde y cada quien tuvo que retirarse a su casa. Aproveché rápidamente y me le acerco a una sonriente Denia:

-"¡Hola Malquito!"

-"...Hola Denia...Eh... ¡mira! quiero que leas eso que te ecribí y me das repueta mañana... E' como un documento que tenemo' que filmá pa' que sepamo' que hay algo..."

-"¡Ay qué lindo! ¡Una carta!"

En eso nos retiramos y la bulla del resto era frenética vociferándonos la evidente atracción existente. El documento lo que expresaba era una declaración de amor y al final, dos maltrechas líneas para firmar el supuesto acuerdo.

El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos. La era de la Flush y la etapa final de mi adolescencia, me llevaron a otros ambientes y jamás en mi vida volví a ver a Denia.

Hace un par de años coincidimos en una actividad política y nos saludamos con cierta afabilidad. Entre cosas hablamos de su familia, sus hijos, trabajo, entre otras cosas. Antes de despedirnos la pregunta perdida en el tiempo:

-"Pero bueno ya que estamos aquí después de tanto tiempo Denia. Jejeje ¿Tú te acuerdas de una carta que te entregué cuando éramos dizque novios de niños?. ¿Qué pasó con eso?"

-"Jajaja ¡¿Y tú te acuerdas de eso todavía?! ¡Nada! Nunca decidí responderte jajaja"

-"Pero, ¿por qué?"

-"Es que era como una especie de declaración jurada. Un documento de esos en donde uno se compromete de palabra y hay que firmar"

-"Sí, jajaja. ¡Exacto!, pero ¿qué pasó?"

-"Nunca lo firmaste y entendí que era un relajo. Te dejo que llegaron a buscarme ¡Un placer haberte visto!"

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "El Affidávit". © 2010-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.

4 comentarios:

  1. "Jejejeje, no sabias k te gustaba Denia, Marcos jjj, por cierto ella esta casada o estaba con un primo mio jjjj. Quien sabe si hubieran llegado lejos si tu hubieras firmado la famosa carta"

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  2. "Tituá! Andaaaa Marcos, se te pasó firmar TAN IMPORTANTE DOCUMENTO...Dios!"

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  3. La elasticidad del tiempo entonces nos permitia lujos muy interesantes a los enamoraditos que fuimos. Soliamos perdir amores, ya fuera por carta o verbalmente, y podiamos muy bien decir a la chica: Me contestas manana o despues.....Era la certeza de que el tiempo era eterno!!!!

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  4. DE ACUERDO TOTAL CON EL IMITADOR

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