viernes, 27 de septiembre de 2013

"El Chaperón"


Tres años después de haber 'debutado solo' yendo a una de las actividades sociales que mejor representa el término gregario, todavía seguía latente en mi ese interés en el séptimo arte. 

Hablo de 1988 cuando todavía las actividades recreativas de un adolescente eran supervisadas aunque muy limitadas porque no residíamos en una metrópolis. Se dependía mucho de temporadas vacacionales para la inminente y tradicional llegada de los llamados "caballitos". 

Los caballitos adoptaron su apodo porque dentro del conjunto de varios juegos mecánicos apostados en la enorme área enorme para esos fines, eran los que mayor número de menores atraía por la facilidad de poder cuidar del niño justo al lado de éste (mientras se columpiaba el caballo) o en su defecto, sentarse en unos decorados bancos interpuestos entre los mencionados corceles. 

Otra ventaja era que además se compraban refrescos y todo tipo de golosinas imaginables. De las otras opciones existían par de pizzerías, heladerías, alguna actividad deportiva o ir a recrease en el parque central. En nuestro caso, esas formas de diversión eran complementarias y no así imperativas porque estábamos a escasos pasos de nuestra mayoría de edad y anexo a ese hecho, la permanente luna de miel con el cine era algo, nuevo, fascinante e impostergable. 

Estaba convencido de que ir al cine era mi hobby predilecto fuese acompañado o no. Un viernes cualquiera decido acompañar a mi madre al Club Casa de Puerto Rico, uno de los tradicionales centros sociales existentes en aquel entonces y que en la actualidad está vigente. 

Nosotros no éramos socios del referido lugar, sino que esos días celebraban una actividad abierta para socios e invitados de éstos. Se trataba de un bingo. Mi madre y unas vecinas acordaban regularmente asistir juntas y me gustaba asistir con ella porque había un área de recreo y el lugar era amplísimo. 

Ese día vi a una hermosa fémina a quien solía ver todas las semanas, pero nunca le hablaba. Sucede que ella estaba supervisando al clásico hermanito que nunca ve oye o entiende. Actitud esa que quizás fuera motivada por toda esa descarga de energía que un niño emanaba jugando o posiblemente por la capitalización del uso de esos juegos. 

El niño se encontraba columpiándose de forma frenética y su hermana le insistía en que dejara de hacerlo en esa forma, pero él la retaba a detenerlo y lo hacía como una burla. Para ir al lugar donde estaban los columpios. siempre tenía que esperar un receso en el bingo para pedirle permiso a mi madre y ella ir a verificar si podía quedarme o no. Pasaba todo el tiempo, pero no me molestaba. 

Cuando llegamos, todos los columpios estaban ocupados y le dije a mi mamá que esperaría hasta que uno se desocupara. Fue entonces cuando vi a la bella chica inútilmente intentar convencer a su activo hermanito que dejara de hacer lo que estaba haciendo. De repente el muchacho salió disparado del columpio por la velocidad que llevaba y logró caer parado pero no pudo sostenerse y rodó por tierra pelándose ambas rodillas. 

La amenazaba con darle la queja a la madre de ellos y eso provocaba una irritación terrible en la muchacha. Era una oportunidad arriesgada, inoportuna quizás, pero única para romper el hielo... 

-"Excúsame, pero si decides casi al frente hay una clínica y así podían curar a tu hermanito" 

-"Gracias, eres muy amable, pero este muchacho me tiene ya cansada...", respondió con ojos lagrimosos y rostro decepcionado. 

En eso ayuda a parar al niño y le amenaza con darle una pela, pero él la desoía y le recriminaba que lo había dejado caer. En eso se queja de que le ardían las rodillas e insisto en que haga caso de mi sugerencia original 

-"No quiero molestarte, pero es sólo cruzar la calle y en emergencias podrán curarlo si es que está cortado" 

-"No deberías mirarme. Estoy llorando y siento mucha vergüenza" 

-"Lo importante ahora es buscar una solución para que dejes de llorar. Eres demasiado bonita para tener esa cara" 

-" ¿Bonita yo? jejeje sí que eres agradable ¿Eres socio de aquí?" 

-"¡Oh discúlpame! no me presenté. Mi nombre es Marcos y no soy socio de aquí. Acompaño a mi mamá al bingo" 

-"Mira qué bien, yo ando en las mismas. Mi nombre es Rosangela. Siempre te veo los viernes aquí, pero como no nos conocíamos no te hablaba ¿Cómo cuánto crees que cobrarán en emergencias?" 

-"No te preocupes. Yo me encargo" 

-"Jajaja si como no y me vas a decir ahora que eres médico jajaja" 

-"No, pero conozco a alguien que podría ayudarnos" 

Fuimos a la clínica y efectivamente había un practicante muy amigo de mi papá quien asistió al niño curándole los rasguños. Intercambiamos números residenciales y nos despedimos al retornar al club cuando cada quien se fue para donde sus respectivos padres. ¡A partir de ese momento las llamadas telefónica ir al bingo todos los viernes eran una obsesión! 

Tras varias semanas de pura pláticas telefónicas, decido pedirle que me deje ir a su casa. Pero se negó alegando que sus padres le prohibían tener novio. En esa ocasión mi madre no iría al bingo porque en el club celebraban una actividad propia de la institución y es entonces cuando inicio una campaña de convencimiento para que aceptara vernos en el cine. 

La idea le agradó y me comenta que pediría el permiso y me daba respuesta el día antes. Fueron de esos días cuando se cuentan los segundos, minutos y horas para esperar algo anhelado. Por fin llega la mega esperada llamada y la respuesta es afirmativa. Quedamos de coincidir el domingo en el cine. Pero no todo fue color de rosa... 

-"Hablé con mi mamá para el permiso y me dijo que le dijera a mi papá" 

-"¿Y qué te dijo tu papá?" 

-"Jejeje ¡que hablara con mi mamá! Al final siempre es lo que mami diga, pero siempre me exige consultar con mi papá" 

-"Bueno, pues nos vemos el domingo en la tanda de las 3:00 p.m." 

-"¡Oye Marcos!" 

-"¿Si?" 

-"Yo no voy sola ¿Oiste? mi hermanito va conmigo..." 

transcurren unos eternos segundos y entre lamento y alegría se interrumpe mi meditación 

-"¡Marcos! ¡¿Pasa algo, por qué no me respondes?!" 

-"No, no, no todo está bien Rosangela. Trata de llegar temprano para vernos en la cafetería y decidir dónde nos sentaremos" 

Por fin llega el famoso domingo y las ansias de verla me hicieron llegar antes que los empleados del lugar. Esa vez le gané al reloj suizo adelantándome a la hora. Cuando logré divisar a Rosangela y su hermanito en la fila de la boletería, me apresuré a su encuentro y le indiqué que se acercara. 

Ella asombrada me mira y muestra que tiene efectivo para las taquillas, pero le dije con señas que no era necesario. 

-"Jajajaja ¡Óyeme pero tú eres una caja de sorpresas!" 

-"La idea es que te sientas cómoda Rosangela" 

-"Si, pero tampoco ser abusadora e inconsciente Marcos. Mis padres me dieron suficiente dinero para mi y mi hermanito" 

-"Y los míos también. Lo que pasa es que una vecina nuestra trabaja en la boletería y me consiguió por adelantado las taquillas" 

-"Jajaja ¡mira qué bien! El Señor Importante! jajaja" 

Al entras, fuimos a la cafetería y compré para todos hot dogs, refrescos, palomitas de maíz y la clásica barra de chocolate. Nos sentamos separados ya que el hermanito exigió estar en el medio de ambos. 

Mi plan de abrazar a mi chica o quizás darle un beso, se veía eclipsado por ese muchacho. Pero en el amor y la guerra todo se vale: Había pedido dos vasos de refrescos para él en vez de uno. El consumo de líquido lo forzaría ir al baño y esa sería mi oportunidad. 

Dicho y hecho, el muchacho le dice a su hermana que va al baño y el acomodador (con linterna en mano) le acompaña. Sin perder tiempo le pido un beso a Rosangela y tímidamente me corresponde. 

Nerviosa por el retorno de su hermano me dice que no quiere que nos vea y le respondo que estaba pendiente del acomodador cuando regresara y así evitar que el niño nos viera. De repente se va la energía eléctrica y todo se queda a oscuras. 

Aprovecho para acercarme nueva vez para besarla y en breves instantes los reflectores de emergencia se encendieron y el niño que se encontraba al borde la fila junto al acomodador vociferó ante todos:  

-"¡Anjá! ¡Se lo voy a decir a mami!" 

Una risa colectiva se apoderó de la sala. Hubo que salir del lugar porque el niño resistió quedarse. 

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "El Chaperón". © 2013 Marcos Sánchez. Todos los derechos reservados.

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