viernes, 26 de abril de 2013

"El Heladero"

De muchacho casi todo el mundo tuvo que ir necesariamente un domingo a una heladería ya fuera en grupo o con un tutor.

Tradicionalmente las personas asistían a las heladerías para aprovechar la oportunidad que les brindaba el lugar para sociabilizar, amén de degustar su sabor favorito.

Lo cierto es que los orígenes del helado datan de tiempos memorables cuando se consumía bebidas heladas en Babilonia antes de la era cristiana.

De hecho hay datos que hablan que en Persia almacenaban el hielo colectado en invierno en cuevas y con un sofisticado sistema de receptores de viento, mantenían altas temperaturas.

Las frutas hacían las veces de los sabores. Se entiende también que los chinos ya habían creado una mezcla de hielo con leche y éstos pasaron la técnica a la India y eventualmente a las principales ciudades europeas como Grecia e Italia y en ésta última es donde Marco Polo lo introdujo tras sus viajes a Oriente.

Como se tomaba el famoso domingo para ir a comer helados, existía la alternativa del clásico heladero que pasaba alternamente por toda calle existente en un pueblo determinado vociferando sus servicios y dando detalles de todos los sabores que llevara en ese momento.

La insistente agitación de la ‘campanita’ era su llamado cuando venía o pasaba por la casa de uno y consciente de eso, había ciertos personajes que agitaban con prolongada precisión la mencionada campanita en procura de una venta rápida justo al pasar por una casa determinada en donde previamente, le compraban sin falta.

En mi caso, mi papá siempre se comportaba en alerta de algunos detalles y como conocía el movimiento de los heladeros y obviamente, la conducta nuestra, determinó días específicos para la compra de helados. Eso se compensaba con la visita a la heladería al siguiente domingo.

Al mirar atrás sonrío con mucho agradecimiento ya que viéndolo ahora de adulto entendí cual era el plan final de mi papá, aunque siempre se ha dicho que los tiempos son los mismos y que quienes cambian son las personas, en este caso no podría darle crédito a esa teoría…

-“Aló, buenos días”

-“Hola, la bendición tío, es Sol!”

-“Oh mi hija bella, ¿cómo estas?. Dios te bendiga!”

-“Bien. Tío, mire esta tarde mi hermanita Karen y yo vamos para allá para visitar a los abuelitos”

-“Ah muy bien. Me parece perfecto. ¿A qué hora vienen?”

-“Mi papi me dijo que en la tarde pasaríamos por allá”

-“Bueno, pues estaré aquí en espera de ustedes”

Se trataba de un sábado, momento en que los niños están de descanso y se toma ese día para alguna actividad en particular o simplemente jugar.

Posiblemente por las mejoradas técnicas de educación existentes en la actualidad, los muchachos generan más rápido que en otras épocas y anexo a esto, el bombardeo informativo que tienen acceso vía Internet, les da una amplia ventaja en varios órdenes. Son más ágiles al pensar y actuar.

En ese orden, está claro que la supervisión de menores en el uso de la Internet es una responsabilidad individual de los padres, ya que literalmente se accede a otro mundo con un simple click y ese mundo trae sus cosas buenas y malas.

Si no se es despierto, les hacen preguntas a uno que francamente no sabemos cómo contestarlas o nos preguntamos de dónde las sacaron y de ahí que una generación completa depende prácticamente de esta herramienta para estudio, consulta, entretenimiento e investigación.

Caída la tarde llegan mis sobrinas y Sol, la más grande, va a mi encuentro a saludarme tras haber hecho lo propio con sus abuelos:

-“La bendición tío otra vez! jejeeje”

-“Dios te bendiga siempre mi hija bella. ¿Y tu hermanita?”

-“Está en el patio encima de mi abuelito montada a caballito”

-“Jajaja ya veo. Y dime: ¿cómo vas en la escuela?”

-“Muy bien tío!. Déjeme enseñarle algo!”

Saca rápidamente un documento escolar que llevaba en su carterita y me lo muestra. El mismo, detallaba las razones por la cual le habían exonerado la asignatura de Inglés:

-“Ah mira que bien Sol!. Te felicito”, le digo al momento de abrazarla. En eso llega Karen, que a pesar de su corta edad, es sumamente despierta:

-“Shion tío”

-“jejeje Dios te bendiga”

-“Tíito, ¿tu sabe algo?”

-“¿Qué cosa mi corazón?”

-“Que yo, que yo, te quiero mucho tíito…”

-“Jajaja y yo también mi niña bella”, la cargo y le doy un fuerte abrazo. Al bajarla me dice:

-“Tíito, yo quiero…que utéeeee…me compre…un…helaaaadooo!!!”

-“Yo sabía que algo venía detrás de tanto cariñitos jejejeje. Mira hoy no puede ser”

-“Pero,¿y por qué tío?”, pregunta Sol.

-“Porque se compra helados un día sí y un día no”

-“¿Y cuándo usted era chiquito era así, tío?”, insiste.

-“Sí. Papi nos compraba helados a mí y a tu papá los lunes, miércoles y viernes”

-“¿Y qué pasaba los domingos, tío?”

-“¿Los domingos?, los domingos íbamos a la heladería”

-“Pero tío mañana nosotras no vamos a estar aquí. Y si mi abuelito le compraba helados a usted y a mi papá un día sí y un día no, entonces hoy toca comprar helados aunque sea sábado!”

No hubo forma de ganarle y se compraron los helados.

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "El Heladero”. © 2010-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.

4 comentarios:

  1. carlos Argüelles (vía Facebook)7 de junio de 2010, 13:23

    "Heladería CAPRI con las copitas de vidrio...el mejor mantecado que he probado en mi vida. Luego salió LA MOANA...era buena , pero no era igual..."

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  2. Elizabeth Beras de Villar (vía Facebook)7 de junio de 2010, 13:24

    "Ay siii Carlos...la CAPRI jjj, recuerdo el Banana slip o algo asi y la famosa Sorpresa jijijiji"

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  3. Rosario Martínez Rodríguez (vía Facebook)7 de junio de 2010, 13:25

    "La ilusión de los sábados en la tarde era ir a la Heladería Capri y que me compraran una barquilla de las que revestian de chocolate, cuantos recuerdos".

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  4. Fremio Germosén (vía Facebook)7 de junio de 2010, 13:27

    "Mi mama me llevaba todos los domingos antes de ir a la iglesia a la heladeria Capri ahi en la duarte. Siempre me comia un helado de piztacho.. umm, una copa de aluminio recuerdo. lol".

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