viernes, 30 de agosto de 2013

"Ciberamigos"

Desde que la Internet se hizo de dominio público en 1994 las ventajas en materia de comunicación han crecido a un ritmo bastante acelerado.

Aunque aún existen lugares remotos en donde hace falta adentrarlos a la era digital, no menos cierto es que esa brecha se hace cada vez más exigua para muchas sociedades alrededor del planeta.

Hoy en día estamos viviendo un fenómeno que en cuestión de meses revolucionó la comunicación interpersonal: las llegadas para quedarse ‘redes sociales’.

Me expreso en términos de ‘quedarse’ porque la vida de las invenciones cibernéticas es de duración corta y al parecer, en el caso de estas redes, su estadía tiene un impacto tan sólido, que su permanencia se extenderá por un buen rato.

Inofensivas en su simple uso, las redes sociales poseen un insospechado poder de convocatoria que de hecho, existen salas virtuales fijas para grupos que son utilizadas para realizar ‘encuentros’ de tipos originalmente heterogéneos: personal, laboral, gremial, educacional y los hasta ahora más populares, sentimental y de amistad.

El acelerado estilo de vida actual, está lentamente aniquilando los encuentros personales y ahora cualquier excusa es aceptada y justificada en un envío de un mensaje privado a nivel de red social.

Quien no tenga acceso a ese tipo de comunicación es considerado alguien obsoleto y por consiguiente, excluyente de forma ácidamente arbitraria.

Lo cierto es que esa tecnología nos ha acercado a aquellos a quienes tenemos tiempo sin ver físicamente por razones de vivir bien distanciados o en el extranjero. Nos ha beneficiado en el automático intercambio de información con un simple click de envío.

Ni hablar de las incontables fotos o vídeos que capturan irrepetibles momentos de nuestras existencias. Todo eso está y se ve bien. El problema radica cuando esa misma forma comunicacional es utilizada para fines negativos.

Muchos se quejan diciendo que es una flagrante invasión a la privacidad. Imaginemos en el peor de los escenarios la foto interceptada de una fémina mostrando sus encantos y luego presentada a todo el mundo.

Lo mismo con un vídeo o algún documento conteniendo información altamente letal para la moral de alguien o de un sector. Las posibilidades son infinitas de las consecuencias adquiridas, una vez se nos escapa de las manos.

Alguien una vez me dijo que ‘las fotos eran para enseñarlas’ y hasta cierto punto entendí esa posición. Luego razoné que era algo interpretativo ya que quien decida fotografiarse o filmarse en traje de Eva por ejemplo, debe acarrear con la responsabilidad de si cae o llega a donde no debería.

Ante toda esta parafernalia, surgen los llamados ‘ciberamigos’, que no son más que meros mortales quienes han encontrado una forma rápida, fácil y sin complicaciones de deshinibirse vía una red social.

Lo espectacular e irónico de ‘esta nueva forma’ es que funciona con un propósito no definido. Es visto como el método que muchos utilizan para acercarse a alguien o sencillamente ‘estar a la moda’…

-“Discúlpeme, ¿no es usted Marcos el que envía los asuntos del cine?”, me escribe privadamente una aparente admiradora.

-“Así es”

-“¡Gracias por responderme! Por un momento pensé que nunca sucedería”

-“Bueno, no creo que es para tanto. No soy ningún tipo de celebridad inalcanzable”

-“Usted no lo ve así, pero yo pensaba lo contrario ¡De todas formas me parece increíble estar contactando con Usted!”

-“Bienvenida al grupo de amantes del cine”

-“¡Muchas gracias!, ¡aunque me imagino que la lista debe ser muuuuy larga porque Usted es bien popular!”

-“Lo importante es intentar retribuir a los seguidores. El número, como mencionaste, es simplemente una estadística”

-“No lo había analizado desde ese punto de vista ¿Le puedo decir algo?”

-“Sí por supuesto”

-“Hace mucho le envié una solicitud de amistad, pero nunca la aceptó…”

-“Alguien que tenemos en común me dijo que te gustaba el cine y que sentías admiración por mi trabajo. Le sugerí que te hiciera saber sobre la existencia del grupo de seguidores y así llegas al listado”

-“Pero aún así, no pertenezco a su círculo de contactos personales…”

-“Si ahora fuera yo que te preguntara algo directo ¿Me responderías?”

-“¡Claro que sí!”

-“¿Qué tiempo hace que te acepté en el grupo de seguidores del segmento?”

-“¡Ufff! ¡de eso hacen varios meses!”

-“Eso quiere decir que cada vez que has intentado ponerte en contacto conmigo por esta vía, siempre te he correspondido”

-“Sí, pero sólo en el grupo de seguidores…”

-“Bueno, eso me invita a otra pregunta”

-“¿A ver?”

-“¿Cuántas veces nos hemos visto en persona y nunca me has saludado?”

-“¡Qué sé yo!... ¡muchísimas veces!... lo que pasaba es que nunca me decido a saludarlo... no sé por qué en realidad... pero se supone que somos amigos, ¿no?”

-“Ya tienes tu respuesta ¿Por qué habría de incluir a alguien en mi listado de contactos de amistades cuando ese alguien es totalmente abierto por este medio y todo lo contrario al vernos en persona?”

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "Ciberamigos". © 2011-2013 Marcos Sánchez. Todos los derechos reservados.

viernes, 23 de agosto de 2013

"Exclusión Digital"



La comunidad digital crece vertiginosamente cada día más y un excelente termómetro de la misma, son las redes sociales. Herramientas que se crearon y llegaron para quedarse porque el usuario ha visto en éstas una forma fácil de desahogarse.

Debido al cada vez más agitado estilo de vida, las personas están perdiendo la cultura de socializar cara a cara y ahora todo es relegado a la información cibernética. Un sustituto muy eficaz en selectivos casos y excluyente en diversos otros.

Para un amigo que viva distante del hábitat suyo o quizás en el extranjero, la oportunidad de estar cerca de sus seres queridos está apenas a un clic de distancia. Algo que se aprecia, porque con una cámara web de bajo costo, puede usted ver el entorno donde reside la persona y viceversa.

No obstante, para el irreverente drama de los que viven en un mismo entorno, cobra dimensiones más allá de lo absurdo. Días, semanas y meses transcurren y en algunos casos extremos, años alegando estar muy ocupado por razones laborales o responsabilidad familiar. 

¿Cómo se explica que personas viviendo en una misma ciudad pasen largas temporadas sin verse físicamente? La negligencia es la razón primordial. Invéntese la excusa deseada, pero ésa es la única verdad. no obstante, hay una buena alternativa de un lado y delicada por otro...

-"Parece como si viviéramos en playas extranjeras por la forma de saludarnos" 

-"Lo dices con cierta ironía, pero es un problema serio amigo mío..." 

-"Bueno Marcos lo que pasa es que la vida de ahora no es como antes ¡Todo lleva un bendito ritmo acelerado y la gente apenas respira!" 

-"De eso se trata. De no dejarnos llevar por la corriente como si se tratara de autómatas entrando y saliendo de una fábrica. Si nos detenemos, habrá tiempo"

-"Pienso que tienes razón, pero... por lo menos uno se escribe por las redes sociales, mensajes de texto u otra facilidad tecnológica"

-"Eso está bien por un lado si se usa con juicio. Por otro, nos aleja cada vez más"

Se interrumpe el diálogo con una singular canción de moda seleccionada como tono de timbre del móvil de mi interlocutor

-"Excúsame es mi esposa..."

Me retiro prudentemente mientras desvío la vista a otras personas que en realidad proyectan un estilo de vida mega acelerado. Lo frustrante es que el destino final es encerrarse en sus casas lo que no encaja con ese afán existencial. Mis pensamientos se ven cortados de forma abrupta...

-"Te ruego de verdad me perdones. Tú sabes como son las mujeres jejejeje todo lo que ven lo quieren"

-"Sin lugar a dudas..."

-"Bueno amigo mío seguimos en contacto y vamos a ver si coordinamos ese encuentro y nos sentamos a charlar sobre la vida y demás cosas"

-"Un placer haberte visto y espero le des curso a ese encuentro"

De esa vez pasaron varias semanas y éstas se convirtieron en algunos meses. Había poca comunicación electrónica debido a la apretada agenda del amigo. Por alguna razón éramos contactos virtuales, pero tampoco le veía en la red.

Un día cualquiera paso balance a la cantidad de contacto que tengo en mi cuenta de la mayor red social del planeta. El número era bien alto ya que muchas personas me enviaban solicitudes motivadas en su mayoría por las actividades que realizamos de comunicación.

Los más activos siempre aparecían disponibles, otro enorme número no daba señales de vida en un tiempo bien prudente. Decido detectar quiénes en realidad dan seguimiento y así quedarme con ese grupo. El resto eran pasibles de eliminarles por no 'dar señales de vida'.

Publico entonces que en un lapso específico quien no se reporte será excluido de mi listado de contactos y así darle oportunidad a que ese espacio virtual lo aproveche alguien que sí desee socializar. De repente, una avalancha de los activos rectifica su postura y dentro de éstos reaparece el amigo... 

-¡No te atrevas a borrarme ¿oíste?! Mira mañana estoy de descanso y te prometo que nos juntaremos. No te había llamado o escrito porque casi no tengo tiempo..."

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "Exclusión Digital". © 2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.

jueves, 15 de agosto de 2013

"Fiestas Patronales"

Muchas de mis amistades me preguntan con suma frecuencia por qué insisto tanto en hablar siempre de los aspectos sociopolíticos y culturales de la década de los 80.

Unos entienden que nos quedamos en ‘ese viaje’ y otros corroboran con nuestra posición, pero lo cierto es que todo fue más sano en aquel entonces en varios órdenes.

Una de las épocas más anheladas eran las del verano simbólico (dado el hecho que en nuestro país el verano es prácticamente eterno) porque en ellas estaban incluídas las populares fiestas patronales.

El parque central era el sitio predilecto para que se congregara todo tipo de gente.

Allí usted se encontraba con personas de sectores tan opuestos como Quisqueya o Bancola. También convergían gente de La Avenida y zonas aledañas con los representantes de Papagayo, Preconca, Villa Verde, Los Multi y San Carlos.

El lugar era tomado como una especie de pasarela social ya que se podía ver a todo el mundo intentar llamar la atención del otro, ligar una novia, los famosos tragos sociales y lo más impactante de ese momento: las motonetas, llamadas ‘passolas’ después que la primera de ese tipo (marca Yamaha) llegara al país bajo ese nombre.

Como mencioné en cuentos previos, andaba en la Flush, que por su singular diseño, era desmesuradamente llamativa. Eso me daba amplias ventajas ante mis competidores, quienes con todo y tener motocicletas llamativas, éstas no eran del atractivo de las chicas. Evidentemente, capitalicé el hecho de ser poseedor de la apodada ‘Ferrari de dos ruedas’:

-“¡Hey Marcos tendremos que dejar de salir contigo! ¡To’ la’ mujere’ quieren salil contigo pol montase en la jodía Flush esa!”, me dice Cristian.

-“Bueno, este momento debo gozármelo porque desde que alguien se compre otra, se acabó el asunto jejeje”

-“¡E’ que el lío no e’ en sí que haya otra! ¡Acuéldate que hay do’ grises por ahí y pol alguna razón la’ mujere’ insiten en montalse en la tuya!”

-“Entonces será porque el rojo chino es más llamativo que ese fatídico gris jejeje ¡Pero mira! Hagamos algo: ¡préstame tu motor y yo te cedo la Flush y así te darás cuenta qué es lo que pasa!”

-“¡Excelente!”

Hacemos el intercambio y se va a dar mil vueltas alrededor del parque. Yo por mi parte, me quedé cerca del área donde preparaban los ‘Eggburgers’, ultra populares por diferenciarse del tradicional sándwich de jamón y queso por llevar a éstos dos últimos incluidos más un huevo frito como el aditivo final.

Perdí la noción de cuántas vueltas había dado Cristian y en eso, llegan Chichí Michelin, Henry Aristy, Tony ‘Taquito’, Ronald Solís y Geovanny Felin. Era costumbre identificar los nombres de las personas según su origen familiar o su vinculación a nivel empresarial.

-“¡Dímelo Rumors! ¿Dónde ta’ la Flú?”, me dice Ronny.

-“Se la presté a Cristian para ver si levantaba algo”

-“¿Pero Critian Luí Miguel?”, pregunta Chichí.

-“Si, ese mismo”

-“¡Ay mi madre, pero la veldá e’ que tu ta’loco! ¡Ese hombre corre como un zeppelin!”

-“Si, Chichí, pero tú sabes cómo son las cosas a veces”

-“Anjá, que se caiga pa’que te vea cómo Don Chicho te va a explicá jejeje”

Se rieron todos al unísono. Todos sabían que me había ganado la Flush gracias a las buenas notas en el colegio, así como también de las precisas reglas dictadas por mi papá con respecto a prestarla y/o chocarla...

-“Señore' vamua llegá a San Pedro, damo' pal de vuelta en el Malecón y venimo’ en la nochecita”, dice Tony.

-“Pero eso e’ ahora polque acueldense que son media hora en carro nolmal y en motore’ taldamo má’”, dice Geovanny.

-“Bueno Rumors dile a Critian que se pare y no vamo to’ ahora”, sentencia Henry.

Resolvemos irnos para San Pedro de Macorís: Geovanny se fue con Ronald; Chichí y Henry en la passola de éste último, mientras que Tony, Cristian y yo nos fuimos por separado.

Para nadie era un secreto que por no tener Malecón en La Romana, resultaba atractivo ir a La Sultana del Este. El trayecto se hacía más largo ya que la Flush sólo alcanzaba los 60 kms/h y eso nos atrasaba. Geovanny y Ronald andaban en un motor que desarrollaba más que las passolas y optaron por ‘irse alante’.

Tony andaba en una passola 125cc e hizo lo propio. Chichí junto a Henry, Cristian y yo seguimos normales y llegar a SPM, nos tomó alrededor de una hora.

Vamos directamente al Malecón y allí comenzamos a dar vueltas a la redonda hasta la madre de las saciedades, paradas repentinas, mirábamos chicas y tomábamos cerveza, sangría y ¡el clásico lava gallo!.

Pasa un buen rato y la noche iniciaba a caer. Tomando en cuenta la distancia y el tiempo que nos tomaba regresar, decidimos ir al lugar donde venden los mejores pasteles en hoja de todo el Este. Comimos y gozamos un mundo.

Al salir, me doy cuenta que la Flush estaba ponchada de la goma trasera. Por fortuna, cerca del restaurant había una estación de gasolina. Allí, nos recibió un gomero con aspecto ultra sucio, cara de bulldog y unos ojos que brillaban por el monto que sabía nos cobraría a esa hora:

-“Mire amiguito eso le va a cotá a uté trenta peso”

-“¡Pero venga acá gomero y uté cree que somo’ turita!”, le digo.

-“Amiguito, si utede fueran turita, no andarían en passolita a eta hora. Dígame rápido que voy cerrando”, presionaba el gomero.

-“¡Bueno tápela!...”

Hicimos una colecta entre todos y para colmo de males, la Flush era un aparato totalmente automático y la batería se había descargado, por lo que no encendía:

-“¡Ay mi madre! ¡Mira que hora e’ y yo no puedo llegal talde a mi casa!”, dice Cristian.

-“¿Pero y cuál e’ tu apuro? Aquí andamo’ to’ junto o ¿qué tu pretende? ¿Dejá a Malco aquí?”

-“No, no, lo que pasa e’ que el viejo me mata si llego entrada la noche”, dice un desesperado Cristian.

En ese entonces las celulares se veían sólo en películas de ciencia-ficción y encontrar un centro de llamadas abierto un Domingo era difícil. Chichí convence a Geovanny y éste le da la cantidad más amplia de menudo que haya visto en mi vida. Nos dirigimos a un teléfono público y Chichí llama a su casa:

-“¿Su llamada jovencito, es con cargos al número que llama?”, dice una relajada operadora.

-“No, no. La pago aquí mimo”

-“Muy bien. A medida que le vaya diciendo, deposite la cantidad que le indique”

Suena el teléfono un buen rato y por fin lo toma George, hermano de Chichí:

-“Aló”

-“Jolge, e’ Chichí ¡Mira! Tamo’ quedao’ aquí en San Pedro ¿Tú cree’ que tú pueda’ vení a bucano?”

-“¡¿Pero ven acá muchacho del diablo y tú te ta’ volviendo loco?! ¡¿Y qué tú hace’ en San Pedro a eta hora?!”

-“Jolge mira te toy llamando de un teléfono público y no tenemo’ mucho cualto. Dime pol favol si puede vení a bucano ombe…”

-“¡Namá ta’bueno pa desícelo a papi! ¿Cuanto son utede?”

-“Malco y yo y losotro muchacho andan en su motore”

-“¡¿Malquito el de Doña Ofelia?!”

-“Siiii Jolge…dime si va a vení…?”

-“Si Don Chicho se entera de que ese muchacho anda en esa passolita pa’ San Pedro vamoa llevá to’ ¿Dónde 'tan utede’?”

-“Joven le queda un minuto”, dice la operadora.

-“En la bomba celca del palque pol donde venden lo patele en hoja”, le indica al momento de colgar.

Geovanny y Tony tenían que trabajar bien temprano al día siguiente. Se disculparon y se llevaron a Ronald.

Eran ya casi las 10 de la noche y llega George en uno de los camiones de su papá. Subimos rápidamente la Flush al igual que la de Henry. Chichí se sentó adelante y llevaba una auténtica batería de advertencias que le daba George, mientas que Henry yo, nos quedamos en la cama de atrás del camión.

En una, se ve una silueta oscura a lo lejos. Daba la impresión que era un motorista. Al acercarnos más, nos dimos cuenta que efectivamente era alguien en un motor y el susodicho ¡era Cristian!:

-“¡¿Pero ven acá y pol qué no no’ eperate?¡”, le vocifera Chichí.

-“E’ que… (mientras manejaba)…¡mi papá me va a matá men!”

-“¡Pero vamo’ a llevate to’ junto a tu casa!”

-“¡Ese e’el lío! ¡No puedo llegá a mi casa en eta vaina!”

-“¡¿Cómo que no?!. ¡¿Y ese no e’tu motol?!”

-“¡Si, pero salí en el camión de mi papá y lo dejé palquiao’ frente al palque!”

Me castigaron por 2 semanas sin la Flush; Chichí recibió el dulce contacto de una gruesa correa de cuero; Cristian corrió la misma suerte. Henry, Tony, Ronald y Geovanny negaron habernos visto ese día.

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "Fiestas Patronales”. © 2010-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.

viernes, 9 de agosto de 2013

"La Piscina del Tío Tom"

En la época dorada de la Flush uno de mis días favoritos eran los Domingos ya que se tomaban para ir al ahora desaparecido complejo de Cabañas Turísticas Tío Tom.

Gozaba de tener la amistad de los hijos del dueño y éstos a su vez eran amigo en común de varias amistades. Era como si todos fuéramos de la misma estirpe, pero oriundos de lugares diferentes.

Tío Tom como le llamábamos en abreviatura, ofertaba un bufé bastante razonable, pero la atracción principal era el pago de RD$5.00 por el derecho a piscina. No era grande, pero sí bien distribuida y adecuada.

Mis amigos de ‘parranda passolera’ eran Henry Aristy, quien andaba con su inseparable amigo Alex del Castillo, mejor conocido como ‘Alex la Placa’ (porque siempre andaba en la parte de atrás) Chichí Michelin, único miembro del grupo que poseía la triple condición de ir cada Domingo ya fuera en un clásico Honda 70cc, en una Yamaha ‘Beluga’ o en la modernísima Honda Lead 125 propiedad de José María, su hermano mayor.

El team lo completaban Ronald Solís quien no tenía motocicleta, pero sí iba con Geovanny “Felín” y Tony ‘Taquito’ que al igual que Chichí, le pedía prestada a su padre la ultra moderna motoneta Honda Spacy 125cc de cuatro tiempos. Ésta última era una verdadera atracción en dos ruedas ya que el tacómetro era totalmente digital y el foco delantero salía automáticamente de un compartimiento que se accionaba oprimiendo un botón.

Estando ya en Tío Tom, nos encontramos con otro grupo que éramos conocidos entre sí, aunque de ambientes medianamente distintos. Se trataba de Wandy Ferrera y sus hermanos, quienes a su vez eran bien cercanos a los hijos del complejo turístico.

Entre franca camaradería y saludos efusivos, cada quien adquiría su ticket que le otorgaba tanto el derecho a piscina como al bufé. Al momento de ir a bañarnos en la piscina, se presentó una escasez de bermudas para uno de los muchachos y procedí a prestar la mía una vez Wandy me facilitó un bañador en tela lycra.

Recuerdo que se armó una incontrolable risa por lo ajustado que me quedaba. Amén de que siendo negra, tenía unas pronunciadas líneas amarillas en ambos extremos que más bien parecían de esas que usaba Lance Armstrong en sus reiteradas participaciones en el Tour de France.

Comenzamos a jugar saltando de un lado a otro, desafiando distancias, buceos, el topao acuático, el aguante de respiración bajo el agua y saltos por encima de alguien (sin hacer contacto) quien se inclinaba en uno de los bordes de la piscina. De haber un roce, pues ése tomaba su lugar.

Cansado de tanta actividad opté por quedarme en uno de los extremos más hondos de la piscina muy aferrado a una de la esquinas. En eso, llega una elegante señora con una jovencita que parecía su nieta al juzgar por la edad de la dama. Todos los ojos estaban pendientes de la fémina y tras una breve espera decide tímidamente entrar al agua, pero en los escalones iniciales.

Una parte de los muchachos salió a hacer su fila para el bufé y la otra parte siguió nadando dentro de la piscina. Al irse despejando el área, la fémina comenzó a adentrarse más y más hasta que llega cerca de mí:

-“¿Le tienes tanto miedo al agua?”, le pregunto para romper el hielo.

-“No, lo que pasa es que no sé nadar mucho. Prefiero agarrarme de los bordes cuando esté llegando a lo hondo”, me dice mientras hacia lo descrito.

-“Bueno, si no es problema podría ayudarte a nadar en este lado”, le oferto.

-“Ay no muchas gracias. No quisiera que me llamaran la atención”, dice y sigue acercándose a mi.

-“¿Pero quién? ¿Tu mamá? Porque tu novio no está aquí”, le digo medio risueño.

-“¡Muy gracioso! ¡Esa señora no es mi mamá y bien que te fijaste que llegué sola!”, me dice medio ignorándome y sigue su curso hasta que llega a mí:

-“¡Permiso!”, me dice exigente.

-“¿Estas segura que deseas que me quite?”, le infiero.

-“¡Claro que sí nada me va a pasar! ¡Con permiso por favor!”

Me echo hacia la parte honda nadando suavemente de espaldas y de un momento a otro, la muchacha se ha zafado y entre subir repetidamente dos o tres veces, consumió como dos vasitos -de esos plásticos de cerveza- y me dispongo a asistirla.

Muy mala práctica tomar a la víctima de frente en situaciones similares ¡y es entonces cuando se me sube encima y nos hundimos los dos! Ahora ella había tomado más agua y yo por mi parte la duplicaba.

Desesperadamente la viro de espaldas bajo el agua y la alzo para que pueda agarrarse de uno de los bordes y así librarme de la situación. A todo lo acontecido, la doña, con unos super lentes tipo Jackie Kennedy, ignoraba el asunto ya que leía tranquilamente la revista Vanidades. Una vez logrado mi objetivo, subo y me posiciono justo a su lado:

-“¿¡Te sientes bien!?”, le pregunto.

-“No puedo negar… –en eso tose- … no puedo negar que bebí mucha agua…”

-“Pensé que en realidad podías nadar. Lo lamento”, le digo.

-“No te preocupes…. Ya pasó. Ahora te voy a pedir por favor, que me ayudes a llegar a los escalones…”, expresa con voz dilatada.

Agarro mi rescatada por la cintura y bien pegado de ella la llevo a los dichosos escalones. Durante el evento, la totalidad de los muchachos había salido para almorzar y comienzan a pedirme que salga para que no me quede sin comer.

En eso la muchacha sale de la piscina y sale a buscar una toalla. La señora, deja de leer momentáneamente y se le acerca al oído como ordenándole algo. M
e mantengo en mi lugar original con la esperanza de que ella volviera a meterse y al notar que no lo haría, decido salir.

Nado hacia el frente de los escalones con la intención de pasarle por el frente a la fémina y cuando voy subiendo la señora baja su revista, le topa a la muchacha y le dice:

-“¡¿Te das cuenta por qué no quiero que vuelvas a entrar a la piscina?!”

No le da tiempo a la joven a reaccionar y me mira diciéndome:

-“¡¿Mire muchachito y qué e’ esa vaina que uté tiene al frente?!”



¡De regreso a casa todos los muchachos iban en una sola risa!



Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "La Piscina del Tío Tom". © 2009-2010-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.

viernes, 2 de agosto de 2013

"El Affidávit"

Cuando experimenté situaciones provocadas por cupido en la etapa primaria de mi adolescencia, estaba tan inmerso en ese mundo perfecto, que entendía que era la persona más aforunada del planeta.

Estaba claro que faltaban algunos años antes de darme cuenta que en la vida los tonos grises son constantes y los azules, verdes o amarillos, puras casualidades.

Cerca de mi casa vivía una muchacha de nombre Denia, quien me tenía de vuelta y media, pero nunca lograba decirle nada.

Un terrible temor me embargaba cuando la veía y aún cuando andaba con algunos amiguitos del barrio, pretextaba 'ser yo' ante ellos en una situación claramente orquestada para poder verla.

Los intercambios de sonrisa eran bastante naturales y cuando se daba la oportunidad de un saludo, la presión arterial apenas me dejaba articular alguna palabra y me daban unos calambres similares a esos que se experimentan en un fuerte invierno.

Denia me atraía por su sencillez, su sonrisa, el cuidado que prestaba a su humilde vestir y además porque en su casa, sus padres tenían una paletera, vendían refrescos y para los ávidos amantes de la lectura popular, habían cómics o ("paquitos", en términos dominicanos) a la venta.

Los paquitos eran mayormente de personajes en boga como "Mandrake El Mago", "El Fantasma", "Fantomas" y por supuesto "Superman", "Batman" y eventualmente "Kalimán", "Águila Solitaria", "Memin" y "Condorito".

Como me gustaba tanto leer y en ese momento estaba inspirado en una serie original mía de súperhéroes, visitaba con extrema frecuencia la casa de Denia. Pasaba un buen rato supuestamente leyendo, pero era con la intención de poder verla. Todo el mundo sabía lo que estaba pasando porque mi actitud era muy predecible...

-"¡Hey Malco!: en el barrio to' el mundaso dice que tu ta' afisiao' de Denia!", me comenta Chichí.

-"¡De la mima folma que tu ta' de Dely, la hija de Geraldo!", contesto justificándome.

-"Si, Dely me guta, ¡pero tu deja de jugá con nosotro' a toaora pa' tá metío en la casa de Denia!"

-"Chichí lo que pasa e' que me guta mucho y no sé cómo deciselo. Cada ve' que la veo me da una vaina y no puedo hablal"

-"Bueno, pue epera cuando temo jugando el topao' o el pañuelo que ella se junta con Dely y ahi hablamo'"

-"Ta' bien. Pero, ¡tenemo que í lo' dó!"

Tras esa conversación me dirigí a mi casa y en el camino, pasé por la residencia de un señor que era un afable abogado, quien gozaba de mucho aprecio por parte de mi familia. Su patio colindaba con el nuestro y era un hombre de mucho tacto:

-"Hola vecinito, ¿Cómo está?"

-"Bien, gracia' ¿y uté?"

-"Todo bien. ¿Qué llevas ahi?"

-"¿Eto?. Son revita de muñequito que alquilo allí"

-"Oh, en la casa de la señora que tiene la paletera..."

-"Sí, ¡ahí mimito!", con cara bien sonriente.

-"He notado que te agrada una de las hijas de ella"

-"¿Quién, yo?. No! yo sólo voy a..."

-"Jejeje no se preocupe vecinito. No se lo diré a nadie. Lo que sí voy a decirle una cosa. Venga pase para enseñarle algo"

Me invita a su fastuosa oficina. Minada de una extensa librería, aire acondicionado, piso alfombrado y música ambiental.

Me invita a sentarme y de unos folders, saca una hoja en blanco. Me la pasa con un lapicero y me pide que escriba en el papel lo que quería expresarle a Denia. Me explicó que muchas veces a uno se le dificultaba organizar las palabras y que a veces era mejor escribirlas.

Llené prácticamente la hoja de un lado desahogándome con todo lo que llegaba a memoria inspirado en esa muchacha. Agradecí el gesto y me retiré a mi casa.

Ya en la noche, era costumbre en el barrio, nos involucrábamos en todo tipo de juegos y muchos de ellos, eran mixtos. O sea participan ambos sexos.

Entre una cosa y otra, se hizo tarde y cada quien tuvo que retirarse a su casa. Aproveché rápidamente y me le acerco a una sonriente Denia:

-"¡Hola Malquito!"

-"...Hola Denia...Eh... ¡mira! quiero que leas eso que te ecribí y me das repueta mañana... E' como un documento que tenemo' que filmá pa' que sepamo' que hay algo..."

-"¡Ay qué lindo! ¡Una carta!"

En eso nos retiramos y la bulla del resto era frenética vociferándonos la evidente atracción existente. El documento lo que expresaba era una declaración de amor y al final, dos maltrechas líneas para firmar el supuesto acuerdo.

El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos. La era de la Flush y la etapa final de mi adolescencia, me llevaron a otros ambientes y jamás en mi vida volví a ver a Denia.

Hace un par de años coincidimos en una actividad política y nos saludamos con cierta afabilidad. Entre cosas hablamos de su familia, sus hijos, trabajo, entre otras cosas. Antes de despedirnos la pregunta perdida en el tiempo:

-"Pero bueno ya que estamos aquí después de tanto tiempo Denia. Jejeje ¿Tú te acuerdas de una carta que te entregué cuando éramos dizque novios de niños?. ¿Qué pasó con eso?"

-"Jajaja ¡¿Y tú te acuerdas de eso todavía?! ¡Nada! Nunca decidí responderte jajaja"

-"Pero, ¿por qué?"

-"Es que era como una especie de declaración jurada. Un documento de esos en donde uno se compromete de palabra y hay que firmar"

-"Sí, jajaja. ¡Exacto!, pero ¿qué pasó?"

-"Nunca lo firmaste y entendí que era un relajo. Te dejo que llegaron a buscarme ¡Un placer haberte visto!"

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "El Affidávit". © 2010-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.