viernes, 25 de enero de 2013

"Tiacafen 151"

Mi primer viaje a Samaná lo realicé en 1993 dentro del marco de una gira universitaria.

No era miembro de esa casa de estudios, pero había sido invitado al espectacular lugar por un amigo cuya novia estudiaba allí.

Distinto a la actual situación, Samaná quedaba en el fin del mundo y la vuelta que había que dar prácticamente era eterna y tediosa por demás.

Para conformidad mía, el 80% de los asistentes eran amigos conocidos de bastante tiempo y muchos de ellos se encontraban en la misma situación que yo, hecho que me hizo sentir identificado y en confianza.

Resulta ser que uno de ellos era el capitán de uno de los más importantes bares de Casa de Campo y su condición le validaba en vastos conocimientos sobre todo tipo de trago imaginable.

‘El Capitán’ llevaba consigo una mochila con jugo de naranja, cocktail, azúcar líquida y un litro de Brugal 151, que por cierto era la primera vez que veía una botella de esas tan cerca.

A ritmo de güira y tambora partimos hacia nuestro destino a las 12 de la media noche bajo la premisa de que no se le ocurriera a nadie brindarle un trago al chofer. Como es costumbre, algunos nos encomendamos a Dios persignándonos y otros, simplemente pronunciaban su nombre.

‘El Capitán’ llevaba la voz cantante en el viaje dando cátedras de jocosos cuentos y rectificando su hegemonía en la famosa cocina. Todos sin excepción, se mantenían atentos a cada relato del hombre quien se había propuesto ser el alma de la fiesta y de manera efectiva, la había conseguido.

Como nada es para siempre, entre cuentos y cuentos nos cansamos, pero había una parte del grupo que se resistía a dormir y como no tenía en realidad nada que perder, animaba a la multitud para que continuaran los cuentos.

Me parecía extraño que mis energías no disminuyeran y pronto me di cuenta de la razón: desde que salimos de La Romana había estado tomándome sin compañía el 151.

No pude ganarle la batalla a Morfeo y caí en un profundo sueño. Cuando me desperté eran las 6 de la mañana y lo primero que veo es el cristal frontal de la guagua que facilitaba mi vista con impactante puente que medio se perdía entre arbustos.

Estaba totalmente solo en el bus y con un dolor de cabeza tan potente que apenas podía pestañar. Me bajo del bus y me dirijo a donde un señor que se encontraba a unos escasos metros del parqueo vendiendo pescado, fritos y yaniqueques:

-“Buenos días señor”

-“Buenos das mijo”, me dice amablemente.

-“Mire discúlpeme, pero dada la hora que es, me imagino que usted llegó más temprano, ¿cierto?”, le digo.

-“Mijo, si fueras mago, estarías en lo cierto. Llegué aquí a las 5:00 AM”.

-“Entonces quiere decir que usted vio para dónde salieron las personas del autobus”, le digo en tono esperanzado.

-“¡Claro!, una parte de ellos me compró y la otra se fue alante pa’ Cayo Levantao’”, me dice.

-“Pero tan temprano… y dice usted que hay otra parte por ahí”, pregunto.

-“¡Uté ve! Ahora le fallo la magia!. Yo dije que una parte me compró. Nunca hablé del resto”, me dice sonriente.

En eso, me despido y comienzo a caminar y no encuentro farmacia abierta por ningún lado. Fui a un área que parecía un parque abandonado y allí vi una pareja que era parte del viaje. O al menos eso creí.

Respiré tranquilo y les pregunté sobre el resto. Para mi asombro la susodicha pareja efectivamente andaba en gira, pero no con nosotros. Eran de Baní...

Decidido a resolver el problema, mi reloj marcaba las siete y algo y retorno al bus. Llegando me vocifera el señor que hacía unos minutos llegaron unos cuantos, entre ellos el chofer, tomaron sus equipajes y se fueron para Cayo Levantado.

Miro rápidamente por la ventana del lugar donde estaba sentado y noté que mi mochila no estaba allí. Asumí que mi amigo y su novia andaban con ella.

En 1993 no había una proliferación de celulares y eso dificultaba la comunicación. Me dirijo al área de embarque y justo al llegar veo un demacrado bote que estaba partiendo:

-“¡Wey! ¡Esperenme!”, vocifero.

Me hacen señas de que acelere el paso y llego al bote en segundos

-“¿Este bote va para Cayo Levantado?”, pregunto.

-“Si. Uté e’ de lo que anda con la gira de La Romana”, me dice quien entendía yo era el capitán de la frágil embarcación.

-“¡Sí, sí!”, le digo.

-“Súbase que ellos nos llevan unos 10 minutos de ventaja”, me dice.

Señores, en pocos minutos me doy cuenta de quien era ‘Juan’ o en su defecto, llamarlo. El barquito tenia una danza de ambos lados y el mar bien movido, se combinaban para la realización de un perfecto ‘twist’.

Una señora me echó agua y no hubo forma porque seguía insistentemente llamado a Juan. El malestar parecía interminable al igual que la travesía y para mis adentros me mentía diciéndome (“Voy a dejar esta vaina. No vuelvo a beber…”).

Por fin llegamos a Cayo Levantado y debo confesar que la hermosura del lugar, me calmó un poco. Rápidamente veo mi gente y también mi salvación: el famoso capitán estaba muerto de la risa y acercándose a mí me dice:

-“¡Mi helmano! ¡Pero uté no’é fácil compadre!. Se ajutó el 151 completito. ¡Uté no sabía que esa vaina e’na’má’ pa’meclá!”.

-“Me dio duro... Estoy mal... Necesito algo para este dolor de cabeza...”, le digo con cara de refugiado-rescatado.

-“¡Ah No se preocupe!. ¡Tómese eta tiacafen y uté verá qué pasa en quince minuto!”, me dice bien confiado.

Leo la envoltura y el nombre decía “La Rapidita” y al lado entre paréntesis ‘tiacafen’. Me tomo las dos pastillas y ciertamente en unos 15 ó 20 minutos estaba totalmente nuevo.

Pasamos sumamente bien el momento, comimos pescado hasta la saciedad, disfrutamos de la playa y al caer la tarde, recogimos y partimos de regreso.

Cuando nos bajamos en el muellecito noto que hay una alegría desmesurada y no lograba entender el por qué, llegamos a la guagua y entonces cada quien toma su lugar original y le pregunto al capitán:

-“¿Oye y a qué se debe la alegría?”

En eso mete la mano a su mochila y saca otro litro de 151. Me mira y haciéndome señas me pregunta que si estaba dispuesto. Me niego diciéndole:

-“¡Ni con tía, ni con café vuelvo a entrarle a esa vaina!”.

Fue la última vez de mis amores entre esa marca y un servidor.

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "Tiacafen 151". © 2009-2011-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.

viernes, 18 de enero de 2013

"La Muñeca Sexy"

En la cultura dominicana cuando vamos a buscar un amigo o familiar al aeropuerto, todos sabemos el comportamiento que adoptamos.

Todo radica en aquello de que la persona buscada posee la singular característica de que viene de fuera o como le decíamos en los 80, de lo' paíse'.

Es bien raro el caso de algún dominicano que no tenga familia en EE.UU. y mayormente en Nueva York.

Por eso, cuando se dan esos viajes vacacionales ya sea en Verano o en Navidad, los aeropuertos se transforman en un colorido centro social.

En 2006 acompañé a un amigo al Aeropuerto Internacional de las Américas a buscar a una tía de éste que venía de Boston. Como es costumbre, hay que llegar con suma antelación para agilizar las cosas una vez está uno allí y de paso, aprovechar para oxigenarse la vista o comprar algo...

-"Óyeme pero eta vaina aquí 'ta full men", me dice el amigo.

-"Papá no olvides que ésta es la terminal más concurrida del Caribe"

-"Ahí viene tú con tu orgullo patrio jejeje"

-"Es que es la verdad. No intento impresionarte. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar lo bueno que tenemos?"

-"Jejeje pai no te me pongas sentimental. El dominicano a veces es muy molondrón y nos cuesta reconocer el éxito del otro. Ademá tú sabe' muy bien que a nosotro' lo que no guta e' la humildá"

-"Por eso me gusta esta cultura. Primero dices que somos aceitosos y al mismo tiempo, resultamos ser sencillos jejeje"

-"Pa' que lo uepa men. No, pero fuera de chelcha. ¿E' veldá la vaina que dijite del aeropuelto?"

-"100% amigo mío. Por aquí pasan más de 4 millones de pasajeros anuales"

-"¡La Capital entera men!"

-"Jejeje más o menos"

-"Bueno vamo'a llegá arriba pa'comé algo que mi tía llega en una hora y pico"

Subimos al área donde se encuentra la amplísima gama de servicios. Allí, todo se encontraba debidamente señalizado, bancos (con sus respectivos cajeros automáticos), estaciones de Internet y señal WI-FI, centros de llamadas, baños, área de juegos para niños, varias tiendas de venta al detalle y áreas destinadas a servicios de comida y bebida, entre más cosas.

Nos sentamos a comer algo y tomarnos unas cuantas frías. Mi acompañante es una persona bastante conversadora y cada vez que nos reuníamos, en siendo inquietudes que le llegaban a la memoria, las preguntaba todas...

-"¿Ven acá men y de dónde e' que tu saca to' eso dato men?"

-"No sé por qué estas tan sorprendido. Simplemente hay que leer y ya. Bien sabes que aparte del cine, la lectura es uno de mis hobbies"

-"Se te olvidó mencioná a lo pechoboi men jejeje"

-"Jajaja ¡si te oyen! se dice Pet Shop Boys"

-"¡¿Tú vé?! je,je,je. Tu afán de enseñar y corregí no acaba nunca"

-"Es que no puedo evitarlo. Además el Español es tan extenso y tanto que lo maltratamos"

En ese momento se interrumpe la conversación al ver una enorme cantidad de personas corriendo hacia la planta baja. Nos miramos entre confusión y susto y decidimos unirnos al corredero...

-"¡Bueno compadre! ¡vamo a bajá rápido que si pasa algo lleguemo' al palqueo primero que to' el mundazo!"

Cuando bajamos, el mar de gente congregado emulaba uno de esos conciertos de Juan Luis Guerra en donde hay más gente que taquillas. Intentando acercarnos al centro de la actividad logramos ver a un señor de unos 50 años discutir con un agente de seguridad aeroportuaria...

-"¡Uté ta' equivocao'! no me puede abrí mi equipaje así por así"

-"Señor, con todo el respeto que usted se merece, le pido por favor que acceda a la inspección de esa maleta en particular"

-"¿Y cuál e' el jodío problema?"

-"Es parte de los procedimientos de esta terminal revisar todo equipaje señor. De no acceder, tendré que detenerlo"

En eso llega un superior y sin medir palabras empuja abruptamente al subalterno y al pasajero, toma en manos la maleta al momento de decir:

-"¡Échense pa'llá carajo!. En mi terminal NADIE se va sin sé chequiao' "

Al abrir el equipaje, la ropa brilló por su ausencia y en su lugar lo que había era una sexy muñeca inflable de tamaño promedio. Todo el que estaba allí se quedó mudo (incluyéndonos) y el avergonzado señor refutó:

-"¡¿Qué quieren que haga?!. ¡A mí ya nadie me hace caso!"

Cuentos Sociales: "La Muñeca Sexy". © 2010-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.

viernes, 11 de enero de 2013

"Baño de Pueblo"

Desde tiempos remotos se ha venido debatiendo la inexplicable lucha por la abolición de las clases sociales.

Se ha fantaseado con tornar las mismas en igualdad absoluta, algo que parece una auténtica utopía.

Por desgracia, el concepto se interpreta como una subliminal aspiración a una sociedad comunista.

El derecho a ser educado debe asistirle a todo ser en este malogrado y a su vez, espectacular azul globo terráqueo.

La educación es la única forma de avanzar en cualquier sociedad porque de ella dependerá la conformación de consciencia ciudadana en todo tipo de órdenes.

Pero hasta ahí todo suena llamativo, mas ver ese sueño cristalizado es irónicamente no importante para un grupúsculo.

Aceptando que es una realidad las ampliamente marcadas diferencias en nuestras sociedades, no nos queda otra opción que llenarnos de valor y pedirle cada día a Dios que nos llene de cantidades desmesuradas de paciencia combinadas con altas sobredosis de prudencia para sobrellevar a los tarzanes y chitas que habitan desafiantes la incombustible jungla de concreto.

Más para mal que para bien, el dinero se ha constituido en el máximo responsable de provocar diferencias entre relaciones interpersonales que van desde lo laboral hasta lo personal, sin dejar de paso lo valores agregados del aspecto sentimental, profesional y amistad. Con la plata en mano cualquiera se mueve, habla, o actúa.

Lo interesante de esta situación es que el fin que se persigue es dramáticamente simple: la gente necesita que le reconozcan. Así como se lee.

Nadie quiere levantarse y pasar desapercibido sin que le hagan algún tipo de halago. Son 24 horas muy largas de todo un día para que la agradable o patética vida de un individuo se vaya y jamás vuelva sin un espaldarazo.

Ya en las calles, todos somos actores dispuestos a interpretar la mejor de nuestra actuación con el fin de recibir esa necesitada muestra de afecto. Lamentablemente, ser persistente deja buenos frutos, pero cuando se trata de darse el clásico ‘baño de pueblo’, hay que pedirle desde el cielo una ayudita extra a Job…

-“Dime ¿por fin ya te decidiste? ¿Vas a bajar a las bases y te mezclaras con los súbditos jejeje?”

-“Créeme que aún no logro entender por qué te comportas de esa forma”

-“¡Hermano!, ¡es que la vaina esa así! Por más que se quiera maquillar somos una sociedad de extremos. O uté tiene o no tiene jejejeje”

-“Pero celebras eso como una victoria. ¿No crees que se puede lograr un cambio?”

-“Ay Marquitos, sin que te ofendas pana, pero tú has visto demasiadas películas men. Esto no lo arregla ni el médico chino”

-“Jejeje tenía tiempo sin oir esa frase… el médico chino ...¡ofrézcome!. ¡Pero bueno! ¿Para dónde es que quieres que te acompañe?”

-“¡Jajaja bien por ti! Mira es un suburbio encendío, pero habrán pilas de chamaquitas y nadie sabe depué jejeje”

-“Te ha servido poco asistir a la universidad con estas frases callejeras jejeje”

-“¡Papá! ¡Allá e’ que tú oye vaina y aprende!”

-“Bueno ya que mencionaste suburbio encendío es imperativo precisar dónde estaremos ubicados y a qué hora saldríamos de allí. No olvides que ando en dos ruedas”

-“No hay problemas. Te dije lo del suburbio para ver tu reacción, pero una gran parte de esa gente son panas míos y además ven tu programa jejeje”

-“Ojalá que no tenga que dar una charla de cine en un compartir”

-“¡Pero ahí e’ que uté se la robaría mi hermano!”

-“Lo menos que quisiera es hablar de trabajo fuera del trabajo, créeme”

Resolvemos llegar al lugar que efectivamente se encontraba bien retirado del casco urbano y me sentía como turista debido a la no frecuencia en esa área de la ciudad.

Cuando usted no es de un sitio se nota de una vez en el habla, la forma de vestir y obviamente su transporte. En ese orden, había serias confusiones porque el aspecto estaba claro que era foráneo. No obstante, contrastaba con la llegada en dos ruedas…

-“¡Mi helmano! ¡Uté e’ un hombre de palabra compadre! ¡Dijo que venía y así fue!”, saluda a mi amigo quien interpreté era el anfitrión. En un abrir y cerrar de ojos se dirige efusivamente a mi:

-“¡Caballero! ¡No se asuté y siéntase como en su casa que yo soy quien controla to’ lo’ bloque de poraquí!”

-“Gracias. Muchas gracias”, respondí sintiéndome con una carga menos arriba

Pasan unas tres horas y mis oídos forzosamente se estaban adecuando al insistente dembow combinado con un auténtico espectáculo visual de féminas dando movimientos de caderas frenéticamente.

¡Eso sí!, ¡debo confesar que había comida para una semana!. De repente se pone de pie el anfitrión y exclama:

-“¡Señore’! ¡señore’! ¡atención!.. Queremo’ dale la gracia al pana invitado que compaltió con nosotro’ sin aceite y demotró que el tipo e’ puro”

Una ovación se apoderó del lugar y en contraste con la misma advierte:

-“Pa’ lo que viven pal pueblo, como el invitado de película, la lú ta’ a punto de ilse y no’ e’ bueno ta’ poraquí sin lú. Una palte si quiere se va ahora y la otra eperal un poquito ma’ talde y yo lo llevo”

-“Bueno, Marquitos vamos a aprovechar e irnos ahora”

-“Totalmente de acuerdo contigo. Vamos a despedirnos formalmente y dar las gracias”

-“Mire, ecúseme..”, se me acerca una jovencita

-“Saludos”

-“¿En qué uté anda montao’?”

-“En una passola, pero ando con un amigo”

-“¡¿En una passola?! ¡Ay Dio mío!, yo pensé que uté andaba en un carro”

-“Lamentablemente…”

-“Pero na’, cabemo’ lo tre’ jejeje”

-“Mira, discúlpame, pero no acostumbro a subir tres personas en ese aparato. Si no es ofensa, te podría pagar por un motoconcho”

-“¡¿Motoconcho?! ¡¿Y e’ fácil?! ¡Poraquí rifan a una!”

Llegamos a un acuerdo de que mi amigo bajara en motoconcho, mientras yo llevaba la joven hasta una parada de bus urbano.

La prisa de la muchacha obedecía a que andaba con la ropa prestada de una amiga y ésta última la presionaba porque tenía que salir.

Por: Marcos Sánchez. Cuentos Sociales: "Baño de Pueblo". © 2011-2013 Marcos Sánchez. Todos los derechos reservados.

jueves, 3 de enero de 2013

"El Ponceré's Stadium"

Uno de los días más esperados siendo uno muchacho, eran los Sábados. 

Habían múltiples razones que nos ponían a fantasear con ese día ya que todo era sinónimo de ciertas libertades, cero presión escolar con tareas, una visita a la heladería o ir a las famosos ‘caballitos’ si coincidían estar en la ciudad.

También el Sábado era un día reservado para jugar pelota con una ‘bola de media’. Un ritual que iniciaba bien temprano en horas de la mañana. En mi caso, el asunto era bastante interesante ya que pasaba a buscar a mis vecinos más cercanos y con éstos, buscábamos al resto en el área hasta completar el equipo.

Muy cerca de mi casa se encontraba una enorme propiedad que bien parecía una sabana por lo largo y ancho de la misma. El patio era excelente para construir prácticamente dos edificios, más los dueños no se ponían de acuerdo con el destino final de ese terrero y éso, nos daba la momentánea garantía de utilizarlo para jugar pelota.

En ese terreno actualmente está construida una plaza propiedad del antiguo dueño del desaparecido Supermercado Romana (reubicado ahora en otro lugar bajo otro nombre). Allí nos reuníamos los muchachos a saciar nuestras energías deportivas.

Como era costumbre, gozaba de cierto respeto entre ellos y como sentía la necesidad de darle un nombre a todas las cosas, bauticé ese patio como “El Ponceré’s Stadium”.

Evidentemente, el árbol más grande de dicho patio era de poncerés y de ahí el singular bautismo. Todos, sin excepción se adaptaron rápidamente al nuevo título y amigos de otro barrio (ese ‘otro barrio’ era simplemente el paso de la siguiente calle) acataron de igual forma la adopción del nombre.

Rafael Castillo, apodado ‘Chichí’ por mi hermana mayor, en alusión a que de niño ciertamente parecía “un chichí” vivía a unos escasos pasos de mi casa y era una pieza clave para el juego porque tenía dotes naturales de gacela. Nadie corría más que él, ni en el barrio ni en zonas aledañas, lo que lo convertía en un codiciado prospecto.

Uno de esos tantos Sábados, voy cerca de las 9:00 AM a casa de Chichí a buscarlo para ir a jugar. En una época en donde el vecino tenía total libertad de darle una pela a uno si notaba alguna actitud malcriada, era también normal compartir de ambos lados desayuno, comida y hasta cena.

Al llegar le pregunto a la mamá de Chichí por él y éste se estaba desayunando. Sin reparos, me invitan a desayunar también y siéndoles franco, éste es un gratísimo recuerdo: el pan venía unido en pequeños trozos de ocho pedazos (4 de cada lado) lo que le permitía a uno (una vez puesta la mantequilla) cortar esos pedacitos que parecían divinos al mojarlos con el chocolate Munné que utilizaban en casa de Chichí:

-“Oye, pero ete pan ‘tá buenísimo Chichí”

-“ujum” (con la boca llena), asienta.

-“Mi mamá el que usa es Embajador, pero éste es muy bueno”, le comento.

-“Aquí hay de lo’ dó, pero ete me guta má’. Viene también en cocoa”, amplia.

-“Tenemo’ que ir a buscar a los muchachos, hoy tenemos un torneo con un equipito de otro barrio”, le digo en forma ávida.

-“Bueno yo no sé si pueda. Hoy en la talde llega un camión de goma de la Capital y tengo que ‘tá en el negocio”, me dice escéptico.

-“
¿Pero ven acá y el juego es el día entero? Es ahora en la mañana”, le comento animándolo.

-“Tá’ bien. Vamo’ a hacer algo. Tu buca una palte de lo’ muchacho’ y yo la otra y así ganamo’ tiempo”, me propone.

-“
¡OK!”.


Terminamos de desayunar y nos separamos a buscar o más bien, a armar el equipo. Cerca de las 10:00 AM, habíamos 8 muchachos. A pesar de la amplitud del sitio, sólo se necesitaba un pitcher (quien además era primera base), un segunda base (left field al mismo tiempo), un tercera base y una posición que casi nunca nadie aspiraba: right field. El asunto radicaba en que había unos arbustos en esa área y casi nunca se podía atrapar la pelota.

Como era tradición, ‘fabricar’ la pelota conllevaba que uno de nosotros sacrificara una media en desuso para esos fines. Alguien cosía y el hilo era donado por el responsable de la nueva pelota una vez se acabara el partido.

Terminada la pelota llegan los adversarios y acto seguido uno de nosotros se encargaba de colectar el dinero que se apostaría. Se trataba del famoso ‘desafío’ (basado en aportes de ambos equipos y el ganador se llevaba todo el dinero con fines de repartirlo).

Comienza el juego y estamos todos bien activos a no cometer errores ya que había una apuesta de por medio y de repente se suspende el juego:

-“Bueno señore’, yo quiero mi cualto pa’trá que tengo que hacerle un mandao’ a mi mamá”, comenta Joselo, uno de los adversarios.

-“
¡¿Devolvé lo cualto?! Tú tá loco Joselo”, dice Raúl, uno que era amado y odiado al mismo, tiempo porque nunca se ponchaba y casi siempre daba jonrón.

-“Pero ven acá Joselo Búcate a tu primo Huguito para que entre pol tí”, vocifera Chichí.

En eso todo el mundo se pone de acuerdo con la propuesta y Joselo no tuvo remedio que ir a buscar a su primo. Inconforme, regresa dándole instrucciones y decide irse al mandado de su mamá con la no segura certeza de regresar.

Todo el mundo de vuelta a sus respectivas posiciones y antes de iniciar, Junior, hijo de unas de las dueñas del patio, se me acerca:

-“Malquito, ten cuidao’ tu sabe que eto tiguere juegan desafío en Río Salao y casi siempre se alma una vaina”.

-“No te preocupes Junior. Yo soy el que tiene el dinero”, le digo dándole una palmada en la espalda.

Escasos minutos de reiniciado el partido llega Joselo con una funda de plástico y la carne que su mamá le había encargado. Decide reintegrarse al juego y su primo, le cede el turno medio molesto.

-“
¡Oh oh miren a ete! ¡Páseme lo cualto que le dí que eto no’e pa’ muchacho!”, le dice Joselo.

-“Lo tiene Malquito”, dice con cara molesta.

Se desarrolla el juego y entre jugada y jugada dan la 1:00 PM y vemos como llega Vladimir, hermano de Chichí, a ritmo ultra veloz y le dice sin reparos:

-“
¡Chichí juye! ¡Vamono’ que el camión llegó hace rato y papi ta’dao’ al diablo!”.

Salen ambos tipo correcaminos (Chichí a la delantera por supuesto) y el hecho malogró el momentum suspendiendo abruptamente el juego.
¡Simultáneamente llega Huguito con la mamá de Joselo (quien se había olvidado que la carne era para el almuerzo por estar jugando) y se armó otro corredero!.

En la confusión me dice Raúl:

-“
¡Hey! No’ vemo’ en tu casa pa’ la repaltidera”

-“Ta’bien, ta’bien”, le digo.

-“Malco paso pol tu casa ahorita,
¿oite?”, me dice Larry, otro del barrio.

Para cuando llegé a mi casa, noté con susto que la mamá de Joselo estaba hablando con mi papá:

-“Pero mire, a lo’ muchacho hay que darle chance. Déle una oportunidad”, le decía mi papá.

-“Lo que pasa vecino es que este malcriao’ lo mandé a comprar una carne y me gató lo cualto dique jugando y me dice que el hijo suyo ‘taba allá”, dice airada la madre de Joselo.

-“La bendición papi”, digo con cara de yo no fui.

-“Dios le bendiga.
¡Venga acá! ¿E’veldá que uté y otros muchachos del barrio estaban jugando por dinero?”, me dice el viejo firme como una barra de acero.

-“Papi mire: nosotros estábamos jugando pelota donde Fior...”, digo gagueando y bien asustado!.

-“Mire yo no le pregunté a uté dónde era que ustedes estaban!
¡La pregunta fue que si el juego era por dinero!”, insiste papi.

En eso llega Larry, Raúl y Chichí y no se percatan del asunto y casi a coro me dicen:

“Malco vinimo’ a bucá lo cu..al..tooo…”

Hubo que repartir de vuelta el dinero a todo el mundo por disposición de mi papá y en eso la mamá de Joselo coge en manos una rama bien larga de tamarindo y le pregunta ya retirándose:

-“
¿Dónde era que tú’taba?”

-“Mami yo te dije en el Ponceré etedium”, responde un lloroso Joselo

-“
¿Ponceré etedium, eh? ¡Coje entonce ta-ma-rin-do e-te-di-um!”, le dice la señora al momento que cada silaba se hacía acompañar de tremendo fuetazo.

Arreglado el asunto. Nos quedamos en dudas Larry, Raúl, Chichí y yo sobre por qué la mamá de Joselo insistía que el dinero lo había gastado, si él compró la carne.

Nos enteramos después que Joselo le había quitado el dinero de la carne a su primo Huguito y éste incómodo por haber sido sacado del juego, fue y se lo comentó a la señora.


Cuentos Sociales: "El Ponceré’s Stadium". © 2009-2012-2013 Marcos Sánchez. Derechos reservados.